martes, 5 de junio de 2018

173.- INHABITACIÓN MUTUA




173.- 
La eucaristía
Los católicos tienen razón cuando hablan de "ir a comulgar". Así, numerosas personas que han abandonado la Iglesia anhelan invariablemente una cosa después de su marcha. Si se le pregunta al respecto, dirán que mucho de lo relacionado con la Iglesia fue fácil de dejar, pero que les costó mucho prescindir de comulgar. Su intuición y su sensación de pérdida son absolutamente acertadas.
Terminemos con algo personal, práctico e inmediato. Algunos lo denominan "servicio de comunión", otros "misa" y unos terceros "eucaristía", pero lo importante es que el método es también el mensaje. En la comida eucarística, Jesús nos legó una "mímica" muy ingeniosa, como Gil Bailie la denomina con razón, ‘una mímica por medio de la cual podemos seguir experimentando la unión con Dios en un nivel celular’ en vez de limitarnos a discutir si la encarnación, la elección y la "divinización" (‘theosis’, como dicen los ortodoxos) pueden realmente acontecer o no.
Jesús nos legó algo sobre lo que no dijo que necesitáramos "pensar" ni "ponernos de acuerdo", algo que no dijo que necesitáramos "considerar" o siquiera "adorar". Lo único que dijo fue: "¡Haced esto!". Era una acción, una ayuda audiovisual, un rito sagrado para una comunidad, configurado sobre raíces judías, que pretenden compendiar la totalidad de su perdurable mensaje en el mundo.
Cuando yo parta, dijo Jesús a sus discípulos, continuad realizando esta mímica hasta que regrese, pues así lo entenderéis todo bien, sabréis qué significa ser cristianos y la novia estará preparada para recibir al novio:
1.- Tomad toda vuestra vida en vuestras manos como yo voy a hacer esta noche y mañana. (En un lenguaje judío muy material y escandaloso, el pan de mesa es "mi cuerpo" y el vino, una bebida alcohólica, "mi sangre").
2.- Dad gracias a Dios (eucharistéõ), quien es el origen de vuestra propia bondad. Optad por la gratitud, la abundancia y el aprecio más allá del yo, ya que ello siempre des-centra a éste. Vuestra vida es puro don y debe estar basada en el agradecimiento.
3.- Partidlo, dejad que sea partido, regaladlo, no lo protejáis. Compartir el pequeño yo propiciará el descubrimiento del verdadero yo en Dios. "A menos que muera, el grano de trigo sigue siendo un mero grano de trigo" (Jn 12,24). El grano partido se convierte en pan partido.
4.- Y ahora, ¡masticad el pan, bebed el vino! "Tomad esto", "comed y bebed juntos hasta que yo regrese", y tendréis el núcleo del mensaje, una "nueva alianza" basada en el amor y la unión con Dios. En la medida en que comáis y bebáis estaréis manifestando vuestro asentimiento a "completar en [vuestro] propio cuerpo a favor de su cuerpo, que es la Iglesia, lo que falta a los sufrimientos de Cristo" (Col 1,24). Ahora sabéis que ‘sois’ partícipes de la vida misma de Dios. ¡Ahora ya tenéis claro el "quién"!

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