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La
contribución de Pablo
Aunque Jesús había formulado con claridad
las tensiones creativas entre la ley y la gracia en su séxtuple letanía de:
"Habéis oído que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..." (Mt
5,20-48), la necesidad natural del ego de disponer de códigos de pureza y de
criterios de la identidad grupal volvió a imponerse. Esto es lo que Pablo
critica con violencia en Romanos y Gálatas.
Estas epístolas son sofisticados análisis
del sentido, la finalidad y las limitaciones de la ley. Apenas han conseguido
poner coto a la continuada idealización cristiana de la ley, y eso que Pablo lo
deja muy claro: “las leyes solo pueden
transmitirnos información, incluso información útil, pero no son capaces de
transformarnos” (Rom 3,20; 7,7-13). ¿Cómo es posible que hayamos obviado
tan sistemáticamente este punto?
Comencemos por un pasaje del capítulo 9 de
Romanos. En él, Pablo afirma: "Israel, que buscaba la justicia derivada de
la ley, no consiguió alcanzar los fines de la ley. ¿Por qué? ¡Porque la
buscaban por las buenas obras en vez de confiar en la fe! En otras palabras,
tropezaron en la piedra de tropiezo" (Rom 9,31-32).
Pablo habla como si Dios hubiera colocado
deliberadamente esa piedra de tropiezo. Es una piedra de tropiezo mencionada ya
con anterioridad en el Escritura, en concreto, por el profeta Isaías, al que
Pablo cita: "Mirad, pondré en Sión una piedra de tropiezo, una roca de
precipicio. Solo quien crea en él, en Dios, no tendrá de qué avergonzarse"
(Rom 9,33; cf. Is 8,14; 28,16).
La ley es necesaria como primer estadio;
pero si uno se queda en ella, entonces -a juicio de Pablo y según lo que yo
mismo constato con frecuencia- la ley deviene, de hecho, "piedra de
tropiezo". Frustra a menudo el proceso de transformación en tanto en
cuanto se convierte en un fin en sí. Aleja a la persona de lo que
verdaderamente cuenta. Quizá te resulte difícil seguir la lógica de Pablo, en
apariencia tortuosa, pero las conclusiones resultan convincentes y bastante
clarificadoras. Además, son necesarias para distinguir el mensaje del Evangelio
de la habitual religión moralista.
En Rom 7,7-13 y en otros pasajes, Pablo
asegura que la ley es una suerte de fracaso necesario. De hecho, afirma que
Dios nos da la ley para mostrarnos que somos incapaces de cumplirla.
Dios tiene que colocarte en la palestra
adecuada, en el cuadrilátero apropiado. Dios ha de conseguir que te involucres
en las cuestiones que de verdad cuentan, bajo el supuesto de que, si estás en
el continente adecuado, tendrás una probabilidad mucho más elevada de descubrir
los contenidos auténticos. ¡El problema es que la mayoría de las personas
reemplazan los contenidos por el continente! Es el patrón habitual.
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