miércoles, 6 de junio de 2018

65.- EL CUADRILÁTERO


65.- 
La contribución de Pablo
Aunque Jesús había formulado con claridad las tensiones creativas entre la ley y la gracia en su séxtuple letanía de: "Habéis oído que se dijo a los antiguos.., pero yo os digo..." (Mt 5,20-48), la necesidad natural del ego de disponer de códigos de pureza y de criterios de la identidad grupal volvió a imponerse. Esto es lo que Pablo critica con violencia en Romanos y Gálatas.
Estas epístolas son sofisticados análisis del sentido, la finalidad y las limitaciones de la ley. Apenas han conseguido poner coto a la continuada idealización cristiana de la ley, y eso que Pablo lo deja muy claro: “las leyes solo pueden transmitirnos información, incluso información útil, pero no son capaces de transformarnos” (Rom 3,20; 7,7-13). ¿Cómo es posible que hayamos obviado tan sistemáticamente este punto?
Comencemos por un pasaje del capítulo 9 de Romanos. En él, Pablo afirma: "Israel, que buscaba la justicia derivada de la ley, no consiguió alcanzar los fines de la ley. ¿Por qué? ¡Porque la buscaban por las buenas obras en vez de confiar en la fe! En otras palabras, tropezaron en la piedra de tropiezo" (Rom 9,31-32).
Pablo habla como si Dios hubiera colocado deliberadamente esa piedra de tropiezo. Es una piedra de tropiezo mencionada ya con anterioridad en el Escritura, en concreto, por el profeta Isaías, al que Pablo cita: "Mirad, pondré en Sión una piedra de tropiezo, una roca de precipicio. Solo quien crea en él, en Dios, no tendrá de qué avergonzarse" (Rom 9,33; cf. Is 8,14; 28,16).
La ley es necesaria como primer estadio; pero si uno se queda en ella, entonces -a juicio de Pablo y según lo que yo mismo constato con frecuencia- la ley deviene, de hecho, "piedra de tropiezo". Frustra a menudo el proceso de transformación en tanto en cuanto se convierte en un fin en sí. Aleja a la persona de lo que verdaderamente cuenta. Quizá te resulte difícil seguir la lógica de Pablo, en apariencia tortuosa, pero las conclusiones resultan convincentes y bastante clarificadoras. Además, son necesarias para distinguir el mensaje del Evangelio de la habitual religión moralista.
En Rom 7,7-13 y en otros pasajes, Pablo asegura que la ley es una suerte de fracaso necesario. De hecho, afirma que Dios nos da la ley para mostrarnos que somos incapaces de cumplirla.
Dios tiene que colocarte en la palestra adecuada, en el cuadrilátero apropiado. Dios ha de conseguir que te involucres en las cuestiones que de verdad cuentan, bajo el supuesto de que, si estás en el continente adecuado, tendrás una probabilidad mucho más elevada de descubrir los contenidos auténticos. ¡El problema es que la mayoría de las personas reemplazan los contenidos por el continente! Es el patrón habitual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario