jueves, 7 de junio de 2018

35.- ACERTAR EN EL QUIÉN



35.- 
Pablo dedica todo el capítulo 11 de Romanos a señalar que el pueblo judío fue elegido de una vez para siempre. Esa elección nuca será revocada, afirma, pero únicamente existe en aras de los gentiles y del mundo entero: "Si la raíz es santa, también lo son las ramas... No soportas tú la raíz, sino la raíz a ti" (Rom 11,16.18). En otras palabras, ¡lo que al principio se antoja exclusividad termina estando de todo al servicio de la inclusión!
Una vez más, se trata de una paradoja que se aprende lentamente y de la que Pablo tiene que convencer incluso a Pedro (cf. Ga 2,11-14). El propio Dios debe secundar la moción, a fin de que Pedro ceda (cf. Hch 10,9-43). En ocasiones, parece decir el texto, hasta los "papas" aprenden despacio. En un nivel inmaduro preferimos la "elección exclusiva", esto es, nosotros a costa del resto.
Aquí rige el siguiente principio: “únicamente puedes transformar a las personas en la medida en tú mismo hayas sido transformado. Solo puedes conducir a otros hasta donde tú mismo hayas llegado”. No serás capaz de reafirmar a otro, de comunicarle que es bueno o especial, hasta que tú mismo hayas vivido intensamente esa experiencia. Una vez que has recibido tu "dosis narcisista", como yo la llamo, ya puedes dejar de preocuparte de estar en primer plano y dispones de un montón de tiempo y energía para fomentar el empoderamiento y la singularidad de otras personas. Solo las personas amadas pueden hacer que otras se sientan amadas.
Cuando la elección no se entiende como "elección inclusiva" (esto es, la elección tiene el fin de comunicar lo mismo a otros), la religión deviene casi siempre un sistema excluyente de los "no elegidos", los "indignos", los "impuros". ¿Es necesario aducir muchas pruebas de ello?
Cuando eso ocurre, la religión se convierte en "mi sistema de pertenencia" en vez de ser buena noticia para el mundo, justo lo que Jesús “no” hizo. En cualquier clase de "elección exclusiva", los "elegidos" no entienden su experiencia como un don para otros, sino meramente un don para ellos mismos. Terminamos con una religión muy petulante y autosatisfecha.
Te animo a tomarte tiempo para leer Dt 7,7-10 y Rom 11. En estos pasajes verás que tanto Moisés como Pablo enseñan maravillosamente cuál es el sentido de la elección. La finalidad de esta no es hacer que te creas mejor ni construir una sociedad de seres superiores.
De hecho, la elección tiene un propósito, este no es otro que reunir a los débiles y heridos, a fin de poner de manifiesto cómo Dios transforma y sana. Dios se lleva toda la gloria. Los verdaderos creyentes saben que son la "minoría inmoral" y que están siendo utilizados como levadura iniciadora, sal sabrosa y luz resplandeciente (cf. Mt 5,13-16; Lc 13,33). ¿Cómo hemos sido capaces de pasar por alto afirmaciones tan claras de Jesús justo al comienzo de su discurso inaugural y en sus parábolas? La levadura no es la masa, la sal no es la comida y la luz ilumina algo distinto de ella.
Jesús sabía bien quiénes eran los mejores refuerzos audiovisuales de su transformador mensaje: "No he venido a llamar a sanos, sino a enfermos" (Lc 5,32).
Las vidas de los santos nunca señalan hacia ellos mismos, sino siempre -y para siempre- más allá de ellos hacia Aquel que los eligió, los utiliza y los ama.

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