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Lo que cuenta es la unión
Quiero señalar tres indicadores o, por así
decir, “marcapáginas” de esta trama cada vez más profunda, de esta invitación a
la unión divina. Son como banderolas que jalonan todo el recorrido a través de
la Biblia y que te permitirán leer el texto con mucho mayor entusiasmo a medida
que vayas descubriéndolas por ti mismo.
Aquí me limitaré a ofrecer algunos
ejemplos principales, pero hay muchos más, sobre todo en los Salmos.
“En
primer lugar” está el símbolo de “la constante y gratuita
invitación de Dios a la unión, el símbolo de Dios fluyendo hacia nosotros, de
Dios eligiéndonos antes de que nosotros le elijamos a él en respuesta”.
La palabra clave de todo esto es “agua”. Búscala.
Tenemos el mar Rojo, el agua que brota de
la roca en el desierto (Nm 20,1-13, donde tanta importancia se da a la duda de
Moisés y al rezongar del pueblo) y la fuente en la que se convierte el propio
templo (Ez 47, 1-12; Ap 22,1-2). Está el trascendental paso del río Jordán (Jos
3), que Juan el Bautista incorpora en su bautismal rito de iniciación (Mc
1,15); y luego, el agua que fluye del costado de Cristo (Jn 19,34), el agua
viva que Jesús afirma ser (Jn 7,38) y el agua viva que le ofrece a la
samaritana junto al pozo (Jn 4,1-42).
El agua representa casi siempre una
invitación a esa inaugural y sutil experiencia religiosa en la que el deseo te
asalta, y tu mente y tu corazón se abren por vez primera. Es la persistente y
seductora sensación inicial de que hay algo más, el reconocimiento momentáneo
de que el interior de las cosas es incluso mayor que el exterior.
Muchos místicos medievales, sobre todo
mujeres, emplean este lenguaje de que Dios fluye hacia ellos y a través de
ellos (Matilde de Magdeburgo, Juliana de Norwich, Hildegarda de Bingen, Teresa
de Jesús).
Para los cristianos, dicho flujo se
convierte en el objetivo flujo trinitario de la vida de Dios en nosotros, a
través de nosotros, con nosotros, para nosotros y, habitualmente, a pesar de
nosotros.
Lo anterior es experimentado como algo que
nos es concedido y puede ser disfrutado, nunca como algo producido o
conquistado. Así pues, busca la palabra o la imagen del agua y considéralas una
invitación.
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