jueves, 7 de junio de 2018

4.- INFORMACIÓN NO EQUIVALE NECESARIAMENTE A TRANSFORMACIÓN


4.- 
Este patrón de esperanza y temor está tan arraigado en nuestras mentes que, transcurridos dos mil años desde la encarnación de Dios en Cristo, no es mucho lo que ha cambiado, excepto en una más bien pequeña masa crítica de la humanidad. Conforme a nuestra experiencia, la mayoría de la gente sigue temiendo y procurando controlar a Dios en lugar de amarlo. En realidad, nunca han sabido que esto último fuera posible, pues se guiaban por la ecuación del poder. Cuando una de las partes tiene el poder en exclusiva -y esto, para la mayoría, es lo que define a Dios- todo lo que cabe hacer es temerla e intentar controlarla.
“La única manera de cambiar esto es que Dios modifique la ecuación del poder y nos invite a un mundo caracterizado por la reciprocidad y la vulnerabilidad”. ¡La imagen viva de esa transformación del poder se llama Jesús! En él, Dios tomó la iniciativa de superar nuestro miedo y nuestra necesidad de manipularlo, posibilitando así una relación honesta entre él y nosotros. Esta impensable relación fue plantada ya en la conciencia humana con la idea judía de "alianza de amor".
La mayor parte de las religiones antiguas pensaban que podían "controlar" a Dios mediante el sacrificio de seres humanos, un rito que encontramos en todos los continentes. En tiempos de Abrahán, el instinto sacrificial madura un poco y las víctimas pasan a ser las pobres cabras y ovejas y los pobres bueyes; había que sacrificar animales para complacer a este Dios aterrador. Semejante rito persiste aún en África, la India y Nepal. Las "culturas civilizadas", en cambio, lo han transmutado en gran medida en diversas formas de autosacrificio y actos morales heroicos, ¡porque todos sabemos que “algo” tenemos que sacrificar si queremos ganarnos el favor divino!
No creemos realmente que Dios pueda conocer y amar con naturalidad lo que ha creado, ni que nosotros podamos amarlo a él (¡o siquiera apreciarlo!) de verdad. Tal es la fractura que se encuentra en el núcleo de todo y que genera la Iglesia y la cultura abrumadoramente basadas en el binomio de vergüenza y culpa que hoy tenemos en Occidente. (Dicha fractura estuvo también en el origen de las diversas Reformas europeas, tanto protestantes como católicas).
Lo increíblemente asombroso de la revelación bíblica se encuentra, como esperamos saber mostrar, en el hecho de que Dios es muy diferente de lo que pensamos y también mucho mejor de lo que tememos. Parafraseando lo que un experto en física cuántica decía sobre el universo: "Dios no es solo más extraño de lo que pensamos, sino más extraño de lo que podemos pensar". Dios no es una mala noticia, sino, al contrario, una noticia enormemente buena y reconfortante.

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