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Ley,
profetas, sabiduría
Esta tensión creativa parece presentarse
como una necesaria puesta en escena por la que todos tenemos que pasar. Es
asombroso constatar que la clásica división tripartita de las Escrituras
hebreas (ley, profetas, sabiduría) coincide con el desarrollo normal de la
conciencia espiritual e incluso de la maduración humana, que atraviesa las
etapas que aquí voy a llamar: (1) orden, (2) crítica, (3) integración.
Salta a la vista que lo más sencillo -y
aquello por lo que, de hecho, han optado la mayoría de las personas a lo largo
de la historia es empezar por la tradición, la costumbre, la ley y el orden:
"Así es como hacemos las cosas". Esto lo vemos enseñado con toda
claridad en las etapas tempranas de la Biblia y es la mejor manera de empezar.
La Torá, esto es, la ley estructura el ego y proporciona identidad,
exclusividad, límites y lealtad, así como la disciplina necesaria para
contrarrestar el ímpetu del ego imperialista. Facilita al yo informe un
receptáculo o continente, un terreno en el que asentarse, un lugar desde el que
avanzar.
Estos elementos centran en gran medida las
preocupaciones de libros como el Levítico, los Números y el Deuteronomio, que
la mayoría de los cristianos no leen mucho, porque no siempre resultan
"inspiradores". Pero lo que hacen es prepararnos para el conflicto,
de suerte que, cuando este estalle podamos abordarlo con seriedad y profundidad.
Cualquier absoluto tiene algo que se te impone, algo que te arrastra hacia el
cuadrilátero. Los absolutos dicen: "Aquí está en juego algo decisivo".
De hecho, lo que está en juego es tu alma. No te desprendas del concepto de
ideales, absolutos, leyes, límites, metas, o no llegarás a ninguna parte.
Si no tienes un continente lo bastante
sólido, te resultará imposible mantenerte en el mismo lugar el tiempo
suficiente para profundizar. ¡Aun cuando te reveles contra el continente -algo que antes o después harás si sigues
creciendo-, todavía tienes que luchar apropiadamente con los valores
propugnados por él. Asiste al conflicto de Adán y Eva y a la lucha interior de
Pablo, en especial en Rom 7,7-25. Pablo dedica buena parte de la Carta a los
Romanos y de la Carta a los Gálatas a decir lo que el Dalai Lama afirma en una
frase a menudo citada: "Debes aprender muy bien el significado
de la ley, de modo que llegues a saber cómo desobedecerla debidamente".
Para trasgredir las normas, primero debes conocerlas y respetarlas.
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