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Dios marca la pauta
No confiaremos en el poder espiritual
hasta que hayamos experimentado a un Dios que opera de la misma manera, a un
Dios dispuesto a esperar, tolerar, perdonar, confiar y amar incondicionalmente.
Resulta en gran medida una pérdida de tiempo invitar a la genta a amar con
generosidad cuando el Dios que les ha sido presentado es estricto y exigente,
ama de manera bastante condicional, se ofende con facilidad, tiene muchas
necesidades y amenaza a los seres humanos con la tortura eterna en caso de que
no "crean en él".
Esta propuesta, absolutamente inviable, es
en buena parte la que realizamos en la actualidad. Pienso que la mayoría de las
personas, por alguna razón, no se dan cuenta de ello, ni siquiera los clérigos,
quienes en ocasiones proponen de hecho un Dios tan mezquino y violento porque
ellos mismos sufren a causa de él.
Por fortuna, la Biblia mina desde el
comienzo mismo esta clase de poder y nos enseña a entenderlo de otra forma.
Mark Townsend, en su reciente libro The
Gospel of Falling Down [El Evangelio del fiasco] reivindica "la
belleza del fracaso en una época en la que lo que cuenta es el éxito".
Reconoce que Dios es capaz de usar antihéroes; de un modo u otro, recurre a
personas incapaces, ineptas, faltas de preparación e incompetentes. El texto
bíblico nos los presenta con frecuencia como "impotentes" en diversos
sentidos: Sara y Abrahán, Moisés, Raquel y Rebeca, David, Jeremías, Job y el
propio Jesús son ejemplos elocuentes de ello.
¿A quién elige Dios para el experimento
principal? Dios no escogió a los egipcios, sino a los israelitas, un pueblo
esclavizado en Egipto. En cada caso hace falta que se produzca el
descubrimiento de una nueva clase de poder por parte de personas que carecen de
todo poder.
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