miércoles, 6 de junio de 2018

48.- PERSONAS CON UN ROSTRO



48.- 
Ser poseído
La persona cuyo punto de referencia cambia sin cesar no puede por menos de ser muy insegura. Él o ella adoptará cualquier personalidad, ya negativa o positiva, y devendrá incapaz de alcanzar un grado elevado de integración personal. Así es el mundo obsesionado con la celebridad en el hoy que vivimos en la sociedad occidental.
La tradición bíblica terminará usando el lenguaje de "tener un demonio" para describir la identidad negativa. A nosotros, personas formadas y posilustradas, no nos gusta demasiado este lenguaje. Pero una manera de entender la idea de "estar poseído" es imaginarse que es “un otro insano” quien define a la persona, y la define de forma deficiente. Que una proyección o un propósito negativo se ha apropiado de la persona, y esta la ha interiorizado, ya consciente, ya inconscientemente.
Así entendida la expresión, ¡conozco de tú a tú a un montón de personas poseídas! No es sorprendente que Jesús exorcizara a tantos demonios que parecían ser portadores de las proyecciones negativas de la multitud (el niño epiléptico), la sinagoga (cf. Mc 1,23ss), la aldea (el hombre encadenado a la puerta del cementerio), la medicina dominante de la época (la mujer encorvada) o el ejército ("legión").
Los antiguos no eran tan ingenuos como pensamos. En estos relatos vemos reflejado con precisión qué significa interiorizar valores negativos. Hacen falta un "exorcismo" o una sanación en toda regla; nosotros tendemos sin más a mandar a estas personas a psicoterapeutas antes que a personas santas. ¡En general, la única cura para la posesión negativa es una posesión positiva! Jesús está siempre "reposeyendo personas": para ellas mismas y para Dios.
Cuando una persona santa -o capaz de aceptar por completo la realidad- se convierte en el espejo que tú eliges y que te elige a ti, estás de hecho sanado. Espero que no suene demasiado presuntuoso, pero creo haber exorcizado a un buen número de personas a lo largo de mi vida. Y siempre fue porque “ellas” tuvieron la confianza y la humildad de dejar que yo las reflejara positivamente y reemplazara el viejo espejo de su ofensivo padre, su tóxica Iglesia o su racista vecino. Por eso afirma Jesús: "Tu fe te ha salvado" (Lc 7,50). Eso mismo es lo que yo estoy diciendo.

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