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Ser
poseído
La persona cuyo punto de referencia cambia
sin cesar no puede por menos de ser muy insegura. Él o ella adoptará cualquier
personalidad, ya negativa o positiva, y devendrá incapaz de alcanzar un grado
elevado de integración personal. Así es el mundo obsesionado con la celebridad
en el hoy que vivimos en la sociedad occidental.
La tradición bíblica terminará usando el
lenguaje de "tener un demonio" para describir la identidad negativa.
A nosotros, personas formadas y posilustradas, no nos gusta demasiado este
lenguaje. Pero una manera de entender la idea de "estar poseído" es
imaginarse que es “un otro insano”
quien define a la persona, y la define de forma deficiente. Que una proyección
o un propósito negativo se ha apropiado de la persona, y esta la ha
interiorizado, ya consciente, ya inconscientemente.
Así entendida la expresión, ¡conozco de tú
a tú a un montón de personas poseídas! No es sorprendente que Jesús exorcizara
a tantos demonios que parecían ser portadores de las proyecciones negativas de
la multitud (el niño epiléptico), la sinagoga (cf. Mc 1,23ss), la aldea (el
hombre encadenado a la puerta del cementerio), la medicina dominante de la
época (la mujer encorvada) o el ejército ("legión").
Los antiguos no eran tan ingenuos como
pensamos. En estos relatos vemos reflejado con precisión qué significa
interiorizar valores negativos. Hacen falta un "exorcismo" o una
sanación en toda regla; nosotros tendemos sin más a mandar a estas personas a
psicoterapeutas antes que a personas santas. ¡En general, la única cura para la
posesión negativa es una posesión positiva! Jesús está siempre
"reposeyendo personas": para ellas mismas y para Dios.
Cuando una persona santa -o capaz de
aceptar por completo la realidad- se convierte en el espejo que tú eliges y que
te elige a ti, estás de hecho sanado. Espero que no suene demasiado
presuntuoso, pero creo haber exorcizado a un buen número de personas a lo largo
de mi vida. Y siempre fue porque “ellas”
tuvieron la confianza y la humildad de dejar que yo las reflejara positivamente
y reemplazara el viejo espejo de su ofensivo padre, su tóxica Iglesia o su
racista vecino. Por eso afirma Jesús: "Tu
fe te ha salvado" (Lc 7,50). Eso mismo es lo que yo estoy diciendo.
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