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Mujeres estériles e hijos
repudiados
Primero está la elección de Israel, el
pueblo esclavizado en lo más bajo de la pila humana. Pero luego tenemos el
prolongado desarrollo de un tema en extremo fascinante: ¡las mujeres estériles!
Después de un rato, uno se pregunta si es que hay algún problema con el agua en
Israel, hasta que nos damos cuenta de que la aridez o esterilidad es una
metáfora espiritual de otra cosa.
No es nunca la mujer fértil y
autosuficiente la que es especial, sino la mujer infecunda de por sí que es
"agraciada" desde fuera. Repara en la frecuencia con la que esto
sucede: Sara, quien al final da a luz a Isaac; Rebeca, quien contrae matrimonio
con Isaac y alumbra a Jacob y Esaú; Raquel que con el tiempo se convertirá en madre
de José, Benjamín y Efraín; Ana, quien finalmente da a luz a Samuel; la
innominada madre de Sansón; Isabel la madre de Juan el Bautista: todas ellas
preparan el escenario para el verdadero impacto de la virginidad de María
("Sola soy incapaz; Yahvé puede realizarlo a través de mí"). El
significado de la virginidad de María se resume en la extraordinaria
proclamación de Gabriel: "Nada es imposible para Dios" (Lc 1,38).
Fijémonos en especial en la historia de
Ana, la madre del profeta Samuel. Al igual que otras acude a Dios en busca de
fertilidad, de identidad, de una personalidad más profunda. Tenemos un bello
relato de Ana pidiéndole a Dios en el templo que la haga capaz de concebir un
niño (1Sm 1,1-18). Y Dios le concede un hijo: Samuel. Ana acude de nuevo al
templo y consagra este hijo al Señor.
Luego, pronuncia una hermosa oración:
"Se rompen los arcos de los valientes, y los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan, y los hambrientos engordan; la mujer
estéril da a luz siete hijos, y la madre de muchos queda baldía... Yahvé da la
pobreza y la riqueza, humilla y enaltece. Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre y arroja de sus tronos a los poderosos" (1Sm
2,4-7).
¡El gran vuelco político y espiritual ha
comenzado! “El tema de los temas (la
gracia, la libre elección, la predilección por lo inferior) va cobrando forma”.
Dios está invirtiendo los valores del mundo (Hch 17,6). Ahora ya sabes dónde
aprendió Jesús una de sus frases breves más habituales y subversivas: "Los
últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos" (Mt 20,16;
Lc 13,30; Mc 10,31; Mt 19,30). La aprendió de su propia historia judía. (Nada
tiene de sorprendente que las palabras que María emplea en el Magníficat [Lc
1,46-55] estén tomadas en gran medida de la oración de Ana. No es casualidad
que la mitología cristiana eligiera el nombre de ésta, y tal vez incluso su
identidad espiritual, para caracterizar a la madre de María y abuela de Jesús.
La llamamos "santa Ana", aunque las Escrituras no la mencionan en
ningún lugar).
¡Eso es todo lo que Dios necesita para
irrumpir en el mundo! Nivela por completo el campo de juego, el
"hipódromo" de la historia, haciendo de los cajones de salida un
lugar que ninguno de nosotros habría sospechado: ¡la admisión no depende de la
dignidad, sino de la indignidad! Pero acontece de un modo oculto que sólo
los marginados reconocerán, "aquellos que no son nada para poner en
evidencia a quienes lo son todo", según palabras que Pablo emplea más
adelante para describir esta subversiva sabiduría (1Cor 1,28).
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