miércoles, 6 de junio de 2018

72.- PODER BUENO Y PODER MALO


72.-
A mi juicio, la distinción entre poder bueno y poder malo, entre autoridad buena y autoridad mala, tiene gran importancia. Por fortuna ambos son revelados y juzgados en el texto bíblico, si bien hay muchos casos de poder malo. Ejemplos de autoridad buena son José, Moisés y Jesús; ¡casi todo lo demás son ejemplos de autoridad mala!
Estas clarificaciones son bastante importantes, porque en la actualidad en muchos círculos liberales se rechaza -ya consciente, ya inconscientemente- la propia noción de jerarquía, mientras que en muchos círculos conservadores se considera a menudo que las jerarquías de dominación son la voz misma de Dios. No es de extrañar que, tratándose de dos posiciones tan inestables, los unos reaccionen de forma exagerada ante los otros.
El desarrollo de la conciencia que se refleja en el texto bíblico lleva lentamente de la violencia a la no violencia, del poder imperial al poder relacional, de las jerarquías de dominación a las jerarquías de crecimiento, del derecho divino de los reyes al liderazgo de servicio. Sin lugar a dudas, Jesús constituye el más evidente punto de transición; ello explica seguramente por qué el cristianismo se transformó en una nueva religión en virtud de su enseñanza y su praxis.
Esta podría ser la más difícil de todas las batallas que Dios parece librar con la humanidad, aunque para los cristianos debería haber quedado dirimida ya en el poder compartido de la propia Trinidad. He ahí el dilema que el texto crea y en realidad no resuelve: ¿es un pueblo violento el que quiere, crea y necesita un Dios violento o ha sido la presentación textual de un Dios en ocasiones violento la que ha legitimado e incluso bendecido nuestra propia historia de violencia? ¿Qué viene primero?
Ambas posibilidades parecen ser ciertas y han hecho muy difícil que lo positivo brote de las narraciones bíblicas por sí solas. En otras palabras, la no violencia ha tardado bastante tiempo en aparecer, al igual que ha ocurrido con el pensamiento no dualista. Las jerarquías de dominación necesitan tanto la violencia como los esquemas binarios de pensamiento para sobrevivir.
Dos mil años después de la revelación de Jesús, aún parece que muchas personas prefieren un Dios violento, amenazador y punitivo, que entonces produce un pueblo y una historia con idénticas características. ¡Si Dios lo hace, también nosotros podemos -y deberíamos- hacerlo! Encuestas realizadas después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2004 pusieron de manifiesto que las personas que habían experimentado una educación parental o un Dios de tipo autoritario eran partidarios de una política exterior militarista firme. En cambio, los votantes que habían experimentado (o asimilado) una educación parental o una religión de carácter más dialogante se decantaban por una política exterior no militarista. Nuestros progenitores se convierten a menudo, para bien o para mal, en la imagen de Dios o de gobierno que nos resulta aceptable.

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