jueves, 7 de junio de 2018

14.- INFORMACIÓN NO EQUIVALE NECESARIAMENTE A TRANSFORMACIÓN


14.- 
El pueblo judío tiene una capacidad poco común de hacer frente a experiencias negativas con la sola ayuda de Dios. Esto es justo lo contrario de lo que hoy solemos hacer y que puede ser percibido como fabricarse una religión a partir de los momentos agradables de la vida. “Los judíos crearon una religión a partir de los peores momentos de su vida, y ahí radica probablemente la razón por la que han perdurado con tanta pujanza hasta nuestros días, incluso después del Holocausto”.
Es importante que advirtamos cuán osada fue y sigue siendo la religión judía. Imagina a Moisés diciendo al pueblo antes de cruzar el mar Rojo: "El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio" (Ex 14,14). O bien: "Los que esperan en el Señor no quedan defraudados" (Sal 25,3).
Afirmaciones de este tipo le dejan a uno desnudo ante sus enemigos y ante el momento presente. Nada tiene de extraño que un tercio del Salterio esté formado por salmos de lamentación. Durante la mayor parte de su historia, el cristianismo ha sido incapaz de actuar así, aunque se consideraba superior al judaísmo (esto lo abordaremos más adelante, cap-9).
Nuestra tentación, ahora como siempre, es confiar no en Dios, sino “en nuestra tradición creyente de confianza en Dios”. ¡No es lo mismo! A menudo es en nuestra tradición en lo que creemos, una tradición en la que podemos hablar de santos y teólogos del pasado que confiaron en Dios. Es un modo muy astuto de evitar la experiencia misma, los intimidatorios encuentros con el Dios vivo, la encarnación en curso. Tendemos a confiar en el pasado por sí mismo, como si Dios hubiera venido al mundo para proteger las tradiciones o como si el pasado fuera de algún modo más sagrado que el presente. Jesús afirma explícitamente que esto es un error (Mt 15,3).
Debo decir que yo amo la tradición, pero se trata de sumisión al maravilloso y siempre desbordante misterio de Dios. En ese sentido, siempre será una tradición del no saber. Es lo que denominamos tradición “apofática” o "nube del no saber", que se convierte en el concepto mismo de fe: la libertad de no saber, porque “soy conocido” más plenamente que yo conozco o incluso necesito conocer (cf. 1Cor 13,12). Necesitamos “suficiente saber” para ser capaces de soportar el misterio del no saber (Pero dejemos este tema hasta el capítulo 6).

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