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En el primer capítulo del evangelio de
Juan hay un precioso pasaje que sigue la pista de esta comunicación de la
mirada positiva: primero Juan el Bautista mira "de hito en hito" a
Jesús y le da su aprobación (v.35), luego Jesús invita a Andrés y a otro discípulo
a "ir y ver" y alojarse en su casa (v.39). Acto seguido Jesús
"mira de hito en hito" a Simón Pedro y le da sin ambages el visto
bueno (v.42); poco después encuentra a Felipe y lo invita (v.43). Más tarde
Felipe invita a Natanael a que también él "vaya y vea" (v.46); Jesús
mira entonces a Natanael y revela "una visión secreta" de algo
"debajo de la higuera" (v.48), lo cual de algún modo, abre a Natanael
la puerta de la confianza plena y la afirmación de fe (v.49).
He aquí toda una cadena de encantadora afirmación
y confirmación masculina, algo que a los varones no les resulta nada fácil. Al
final del pasaje, Jesús parece equipararla con la escalera de Jacob, que abre
los cielos en ambas direcciones (v.51). Es un texto perfecto para la
evangelización por la presencia, el estilo de vida y la relación afectuosa en
vez de por la mera predicación y enseñanza. Como se supone que dijo san
Francisco de Asís: "Predica el Evangelio en todo momento; y cuando sea necesario,
utiliza palabras".
Hace unos cuantos años di un curso a las
hermanas de la Madre Teresa en la casa madre de Calcuta, en la India, y durante
mi estancia visité numerosos templos y comunidades hindúes. Conocí a muchos
hindúes: constituyen el grueso de las personas con las que trabajan las
hermanas. Estas no cesaban de encomiar la tolerancia de los hindúes. Aceptan
cualquier situación, quizá porque ello es necesario para sobrevivir en la
India. Las hermanas saben que este nivel de aceptación y tolerancia es muy
diferente del habitual en Occidente y me contaron que la Madre Teresa participa
de esa tolerancia.
Que ellas supieran, la Madre Teresa nunca
había intentado convertir al cristianismo a ningún hindú o musulmán. ¡Les decía
que, más que hablar “sobre” Jesús,
trataran de “ser” como Jesús! Así es
como se transmite la mirada. De hecho, es posible que mi definición de
"cristiano" no parezca siquiera una definición: “un verdadero cristiano es
invariablemente alguien que ha conocido a un verdadero cristiano”.
Incluso me pregunto si no será este, en cierto sentido, el auténtico
significado de la transmisión de la "sucesión apostólica". El
misterio de Cristo resucitado se transmite por la presencia mutua y la
comunión.
Si nunca has estado desnudo delante de la
amoroso mirada de Dios o, al menos, de algún otro importante, todavía "no
has sido engendrado". Aún no has nacido, ni espiritual ni psicológicamente.
Estás muerto, por así decir. El término filosófico para este estado es “no ser”. No disfrutamos de ser
verdadero "hasta el momento en que tenemos rostro" para recibir al
otro, para ofrecernos y luego pasar nuestro propio yo de idéntica manera. Será
experimentado como profundidad, aceptación y perdón por ser quiénes somos, una
forma de ser que es compartida, compasiva y totalmente gratuita.
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