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En Gn 1,26 dice Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza". Es bastante interesante que aquí se use el plural. Diríase que
se trata de una intuición de lo que más tarde llamaremos la Trinidad. Se podría
entender esto como una temprana síntesis de lo que terminará siendo la revelación
de Dios como comunidad, de Dios como relación, de un Dios que los cristianos
ven como un misterio de perfecto dar y recibir, tanto hacia dentro como hacia
fuera.
Conscientemente declaro que este modelo de
Dios como dinámica comunión de personas es plantilla y patrón central de toda
realidad. Volverá a aparecer a lo largo de esta obra como idea normativa, como fuente,
pero también como dirección, y debería devenir más y más claro a medida que
avance el texto. Es muy interesante constatar que los físicos, los biólogos
moleculares y los astrónomos están a menudo más en sintonía con este patrón
universal que muchos creyentes cristianos.
Pregúntate, sin embargo, qué es lo que
Dios busca en este punto de la historia. No busca siervos. No busca esclavos ni
trabajadores ni concursantes que tomen parte en el juego o tengan que sortear
obstáculos conforme a ciertas reglas. ¡Dios busca sencillamente imágenes suyas!
¡Dios quiere que haya imágenes de Él recorriendo la tierra! ("Varón y
hembra los creó Dios", se afirma también en (Gn 1,27), lo cual debe querer
decir que existen dos manifestaciones principales de la imagen divina).
Esto es asombroso. Es como si Dios dijera:
"Todo lo que quiero es tener ahí fuera algunas imágenes vivas que
comuniquen quién soy, qué es lo que pretendo y qué está sucediendo en mí".
"Vosotros sois los que escogí para que la gente sepa y crea en mí y
comprenda quién soy yo" (Is 43,10). En adelante, toda verdadera moralidad
es "imitación de Dios" sin más. ¡Mira cómo actúa Dios y haz tú lo
mismo! El principio que rige no es tanto: "Quienes hacen lo correcto van
al cielo", sino más bien: "Quienes viven como yo están ya en el
cielo". (¡Seres pascuales, viviendo ya como resucitados!).
Dios quiere instrumentos utilizables que sean portadores del misterio, del peso
de la gloria a la vez que del lastre del pecado, que puedan soportar la
tiniebla y la luz y sostener la paradoja de la encarnación: la carne y el
espíritu, lo humano y lo divino, el gozo y el sufrimiento, simultáneamente, tal
como hizo Jesús. ¡Mira cómo actúa Jesús y haz tú lo mismo! Eso, desde luego, es
duro.
Entonces, y solo entonces, volverá a ser
"buena" la creación. Se trata de una bondad limitada, sin duda,
siempre una mistura de cielo y tierra. Tal es la única bondad accesible a los
seres humanos, pero resulta más que suficiente. Como el propio Jesús dirá más
tarde: "Solo Dios es bueno" (Mc 10,18). Este texto nos plantea metas
elevadas, pero no pretenciosas. No hay aquí ninguna apelación al ego,
únicamente nuestra necesidad y deseo de unión: con nuestro propio yo y con
Dios.
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