miércoles, 6 de junio de 2018

64.- EL CUADRILÁTERO



64.- 
El verdadero pecado   
Jesús, en cambio, está intentando siempre aminorar la arrogancia, la autovalidación, el frío cálculo del ego. Todo el Sermón del monte hace bastante manifiesto este punto (Mt 5-7). Salta a la vista que Jesús juzga “el orgullo, la autosuficiencia y la hipocresía de ella resultante” como los principales problemas morales. "Descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la lealtad" (Mt 23,23) en aras de los diezmos del templo, les dice a escribas y fariseos.
Jesús arrostra la causa radical del mal, no solo los meros síntomas. Como dice Juan el Bautista, Jesús "aplica el hacha a la raíz (radix) del árbol" (Mt 3,10). La mayoría de nosotros nos limitamos a podar las ramas y nos preguntamos por qué los mismos errores brotan una y otra vez del tronco.
La definición de pecado que nos enseñaron a muchos de nosotros lo caracterizaba como "un pensamiento, palabra o acto contrario a la ley de Dios". Los requisitos para la existencia de pecado eran tres: (1) plena conciencia; (2) materia grave; y (3) entero consentimiento.
Todo ello suena razonable a primera vista. Pero, de hecho, no es en absoluto una definición de pecado tal como lo entiende la Biblia; se trata más bien de una definición jurídica de ley. Hemos perdido el contacto con la tradición bíblica y con la lucha íntimamente personal que denota la palabra "pecado". Planteamos todo el asunto desde un punto de vista jurídico, porque así podemos identificar, poner en evidencia y castigar con facilidad determinadas conductas.
Así pues, nuestra atención se dirige a conductas externas que pueden ser señaladas, mensuradas, definidas y controladas, o "llevadas a juicio", por así decir. Eso no cabe hacerlo con "la justicia, la misericordia y la lealtad" (Mt 23,23), que es lo que Jesús denomina "lo más grave de la ley".
En Estados Unidos, los políticos rara vez dejan de ser reelegidos por engaño, codicia o ambición, actitudes que asumimos casi como inevitables, pero sí es bastante frecuente que pierdan elecciones si se les descubre algún pecado de la carne. Avergonzar a las personas es algo que, por alguna razón, resulta mucho más fácil de llevar a cabo con asuntos relacionados con el cuerpo. Pienso que este nos avergüenza con bastante facilidad. Y a diferencia de la justicia, la misericordia y la lealtad, da fácilmente pie a la lapidación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario