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El
verdadero pecado
Jesús, en cambio, está intentando siempre
aminorar la arrogancia, la autovalidación, el frío cálculo del ego. Todo el
Sermón del monte hace bastante manifiesto este punto (Mt 5-7). Salta a la vista
que Jesús juzga “el orgullo, la
autosuficiencia y la hipocresía de ella resultante” como los principales
problemas morales. "Descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la
misericordia y la lealtad" (Mt 23,23) en aras de los diezmos del templo,
les dice a escribas y fariseos.
Jesús arrostra la causa radical del mal,
no solo los meros síntomas. Como dice Juan el Bautista, Jesús "aplica el
hacha a la raíz (radix) del
árbol" (Mt 3,10). La mayoría de nosotros nos limitamos a podar las ramas y
nos preguntamos por qué los mismos errores brotan una y otra vez del tronco.
La definición de pecado que nos enseñaron
a muchos de nosotros lo caracterizaba como "un pensamiento, palabra o acto
contrario a la ley de Dios". Los requisitos para la existencia de pecado
eran tres: (1) plena conciencia; (2) materia grave; y (3) entero
consentimiento.
Todo ello suena razonable a primera vista.
Pero, de hecho, no es en absoluto una definición de pecado tal como lo entiende
la Biblia; se trata más bien de una definición jurídica de ley. Hemos perdido
el contacto con la tradición bíblica y con la lucha íntimamente personal que
denota la palabra "pecado". Planteamos todo el asunto desde un punto
de vista jurídico, porque así podemos identificar, poner en evidencia y
castigar con facilidad determinadas conductas.
Así pues, nuestra atención se dirige a
conductas externas que pueden ser señaladas, mensuradas, definidas y
controladas, o "llevadas a juicio", por así decir. Eso no cabe
hacerlo con "la justicia, la misericordia y la lealtad" (Mt 23,23),
que es lo que Jesús denomina "lo más grave de la ley".
En Estados Unidos, los políticos rara vez
dejan de ser reelegidos por engaño, codicia o ambición, actitudes que asumimos
casi como inevitables, pero sí es bastante frecuente que pierdan elecciones si
se les descubre algún pecado de la carne. Avergonzar a las personas es algo
que, por alguna razón, resulta mucho más fácil de llevar a cabo con asuntos
relacionados con el cuerpo. Pienso que este nos avergüenza con bastante
facilidad. Y a diferencia de la justicia, la misericordia y la lealtad, da
fácilmente pie a la lapidación.
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