miércoles, 6 de junio de 2018

91.- PODER BUENO Y PODER MALO



91.-
Teología arquitectónica     
En tiempos de Jesús, la arquitectura misma del templo revelaba en piedra aquello de lo que yo estoy hablando espiritualmente. El diseño fáctico del edificio parecía proteger diversos grados de dignidad. En el centro estaba el sanctasanctórum, al que solo podía entrar el sumo sacerdote, y únicamente un día al año. Esta cámara estaba rodeada por el atrio de los sacerdotes y los levitas, al que tan solo estos tenían acceso, Más allá estaba el atrio de los varones judíos circuncisos.
El atrio exterior del templo era el atrio de las mujeres judías, aunque durante los años en que menstruaban rara vez podían penetrar en él por causas de las creencias sobre la sangre y la pureza ritual (cf. Lv 15,19-30). Junto a la entrada a este atrio había un cartel que advertía a cualquier no judío que quisiera traspasar ese umbral que, en caso de hacerlo, sería castigado con la pena capital.
Aquí encontramos estructurado en piedra lo que invariablemente hacen todas las religiones: trazar casi como su principal finalidad una clara distinción entre el dentro y el fuera. Los judíos nos definen como "gentiles"; nosotros hablamos de "no católicos". Casi todas las personas parecen necesitar alguna clase de pecadores o herejes con quienes compararse. Recuerda que el judaísmo es una religión arquetípica y que lo que los judíos hacen bien o mal ilustra el patrón análogo existente en casi todas las religiones. En uno u otro nivel, todos creamos meritocracias o sistemas de idoneidad, basándonos siempre en una suerte de código de pureza: racial, nacional, sexual, moral o cultural.
Ahora tal vez comencemos a ver hasta qué punto era Jesús un reformador radical de la religión. No mostraba interés alguno en mantener sistemas de dominación o sistemas cerrados de cualquier clase. Los socavaba activamente, aun en contra de sus propios seguidores (cf. Lc 9,49-56). Tampoco le preocupaban lo más mínimo los diversos códigos de débito y de pureza de la religión (cf. Mt 15,1-14), que son las formas religiosas de poder y exclusión. De hecho, a menudo desobedecía abiertamente muchos de los aceptados códigos de pureza de su propia religión.
¡A veces digo en broma que, de domingos a jueves, Jesús parece dedicarse nada más que a descansar y que luego se desvive por desarrollar toda su obra en sábado! es más que evidente que está desafiando un sistema religioso que antepone las costumbres y las leyes humanas a las personas (Mc 2,27). Dice lo mismo cuando sus discípulos son criticados por transgredir estos mandamientos humanos. Defiende su estatus oficial de "pecadores" diciendo: "El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado" (Mc 2,27).

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