miércoles, 6 de junio de 2018

89.- PODER BUENO Y PODER MALO


89.- 
Pero esta austeridad no era un programa para toda la vida, sino más bien un “rito de iniciación”, un curso de entrenamiento en vulnerabilidad y comunidad. Jesús viene a decirles a los apóstoles: "Tenéis que pasar por esto o nunca seréis capaces de sentir empatía e identificaros con el dolor del mundo al que habéis sido llamados a servir, de compadeceros de él. Utilizaréis el ministerio como plataforma para hacer carrera en vez de como posición para servir". Algún rito de paso de este estilo parece necesario para quebrar nuestro fundamental narcisismo. [Esto mismo afirma Pablo; y por lo que yo sé, es el único lugar de las Escrituras donde se utiliza el término "iniciación" (cf. Flp 4,11-13 ¿?).]
Históricamente, las mujeres han disfrutado de una ventaja espiritual y no han necesitado iniciación alguna, porque en casi todas las culturas patriarcales han ocupado de por sí una posición de inferioridad. No estoy diciendo que esto sea justo ni que refleje la voluntad divina, porque sencillamente no es el caso. Pero, desde el punto de vista espiritual, representa de hecho una clara ventaja. Es una "ventaja epistemológica", por usar un término filosófico, una ventaja en el modo de conocimiento.
Es un gran salto adelante de cara a saber lo que hay que saber: estar abajo en vez de arriba. ¿Qué otra cosa puede decir Jesús si no con la más frecuente de sus sentencias: "Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos"?
Los primeros años después de mudarme a Nuevo México en 1986 viví en el centro de Albuquerque, a una manzana de un albergue de gente sin techo. Una mañana me levanté temprano para ir a comprar el periódico a un quiosco de prensa que estaba en la misma calle y junto al que solían sentarse usuarios del albergue. Alguien había escrito con tiza en la acera unas impactantes palabras y, puesto que era temprano, aún estaban allí: "Observo cuán neciamente vigila el ser humano su nada, manteniéndome a mí alejado. En verdad, aquí Dios es odiado".
Sospecho que esta frase la escribió una persona amargada, pero quizá me equivoque; tal lo hiciera algún profeta moderno. Sentí que no podía dejar de leer aquella frase. Sabía que había algo de verdad en lo que había escrito su anónimo autor, en especial en un país en el que la mayoría de los ciudadanos somos cristianos practicantes que vivimos de forma bastante acomodada y, de hecho, "vigilamos nuestra nada".
Es probable que san Francisco hubiera dicho lo mismo. Esto es algo de lo que quienes estamos dentro del sistema no tenemos conocimiento; en cambio, los empobrecidos por el sistema lo ven con toda claridad. Ahora entiendo por qué Francisco quería que fuésemos siempre mendicantes, o sea, mendigos y nos mantuviéramos estructuralmente fuera del sistema.

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