miércoles, 6 de junio de 2018

85.- PODER BUENO Y PODER MALO


85.-
Habiendo vivido en círculos clericales, estoy en condiciones de afirmar que esto no ha cambiado demasiado: es la naturaleza del ego en todas las épocas. Los clérigos son formados y se visten para -y son recompensados por- desempeñar un papel y una función, más que para la relación, la espiritualidad o incluso la idoneidad profesional. Aunque no sea del todo culpa suya, hacer carrera y dar rienda suelta a la ambición son arraigadas necesidades masculinas contra las que específicamente nos advierten estos textos. El varón (¡o la mujer!) que no sabe quién es en su interior codiciará todas las formas de poder: títulos, trajes, precedencias, roles, ventajas adicionales.
La propia Iglesia se apresura con demasiada frecuencia a ser complaciente al respecto, aunque Jesús se mofaba de todo ello y lo condenaba categóricamente (Lc 20,45-47; Mt 23,1ss). Son temas como estos los que revelan la muy selectiva lectura de las Escrituras que lleva a cabo cada una de las confesiones cristianas. La ceguera estructural puede estar aún más extendida que la ceguera personal. El grupo a menudo mantiene a la persona alejada de la verdad y la sinceridad.
Antes del 313 d.C., fecha en la que Constantino convirtió al cristianismo en parte del poder establecido, los cristianos estábamos en lo más bajo de la sociedad, que era la posición ventajosa para comprender el Evangelio. De la noche a la mañana, pasamos de lo más bajo a lo más alto, de las catacumbas a las basílicas, literalmente.
El término "basílica" significa "palacio de reyes y reinas". Las basílicas romanas, que eran amplios edificios para tribunales u otras asambleas públicas, se convirtieron en lugares de oración. El cristianismo fue elevado a religión oficial del imperio, y los cristianos empezamos a leer el Evangelio desde una posición de poder, no desde la impotencia. Logramos transformar al Jesús "manso y humilde de corazón" (Mt 11,29) en el juez severo que vemos en la Capilla Sixtina o en el "Pantocrátor" del arte bizantino y las catedrales modernas. ¡En cierto sentido, parece una religión diferente!
El decadente imperio romano necesitaba un emperador, y Jesús fue utilizado para tapar el hueco, haciendo gran parte de su enseñanza literalmente incomprensible e ingrata de escuchar, incluso para gente buena. Las relaciones en el seno de la Trinidad se difuminaron en gran medida, al igual que la forma misma de Dios: el Padre devino enojado y distante, Jesús se convirtió en el tan necesitado emperador y, para todos los propósitos prácticos, el Espíritu Santo cayó en el olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario