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La Biblia suscita sin cesar un
"tú" positivo para el que Dios pueda ser un "yo" que
elimine milagrosamente tu propio "yo" negativo. Ese es en verdad el
quid de la cuestión. El lenguaje del yo y el tú de Martín Buber es una manera
de hablar de la relación entre el amante y el amado, relación sustancialmente
diferente de la relación yo-ello, en la que todo, amén de ser funcional e
impersonal, ha de conseguirse con esfuerzo. El pecado podría ser definido como
el hecho de vivir la totalidad de la propia vida en el seno de una relación
yo-ello, sin experimentar nunca la relación yo-tú de un Amado.
Otro maravilloso, si bien menos conocido,
filósofo judío es Emmanuel Lévinas (1906-1995), quien anduvo en compañía de
algunos de los arquitectos del pensamiento moderno, incluidos Edmund Husserl y
Martin Heidegger. Lévinas ilustra el hecho de que la verdad en la tradición
bíblica no es igual que en la tradición griega (que es de donde procede el
pensamiento occidental). La tradición bíblica afirma que la verdad no se encuentra
en los conceptos abstractos, sino en el “encuentro con la alteridad”.
Lo que nos transforma, nos convierte y nos
confiere nuestra más profunda identidad es, con el vocabulario de Lévinas, el
"rostro del otro". Para Moisés, el rostro de Yahvé; para Jacob, el
rostro de una amante; para David, el rostro de un acusador; para Judit, el
rostro del enemigo: tales rostros transforman la "verdad" de esas
personas. Esto es lo que tiende las coordenadas morales y místicas del
judaísmo. Y ahí radica la razón por la que, hasta la fecha, los maestros
judíos, antes que intentar crear una teología sistemática perfecta, como hace
el catolicismo, narran relatos o escriben “midrasim”.
En la tradición griega en la que los
cristianos occidentales hemos sido educados, la verdad es formada y encontrada
por la mente privada y sus colecciones de ideas aceptadas. La identidad puede
ser lograda autónomamente, con una cierta clase de autosuficiencia. Así,
hablamos de "hombres que se han hecho a sí mismos" y de verdad
cultural. Es la idea griega del héroe o el dios, si bien parece que nunca
recordamos que por regla general se trataba de héroes trágicos y dioses
desagradables. En el teatro griego, las relaciones son normalmente relaciones
trágicas marcadas por la dominación y la manipulación, rara vez relaciones
recíprocas basadas en el amor.
Jesús lleva la tradición bíblica a una de
sus cimas cuando describe la verdad misma como personal antes que conceptual.
Afirma: "Yo soy la verdad" (Jn 14,6), y a continuación se define a sí
mismo como alguien que mantiene una relación absoluta con su "Padre"
(Jn 14,7.9-10) y con el Espíritu, quien se relaciona con ambos (Jn 14,16-18). “Esto reorganiza el mundo de la religión,
transformándolo de un círculo de argumentos sobre ideas y conceptos en un mundo
de encuentro, relación y presencia ante el rostro del otro. Y eso lo cambia
todo”.
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