12.-
No se trata tanto de devenir seres
espirituales cuanto de llegar a ser humanos. La revelación bíblica afirma que
ya somos seres espirituales, solo que aún o lo sabemos. La Biblia intenta
hacernos partícipes del secreto revelándonos a Dios en lo cotidiano. ¡De ahí
que gran parte del texto aparezca tan mundano, pragmático, específico y,
francamente, tan poco espiritual! La mayoría preferiríamos leer la inspiradora
biografía de un devoto santo.
Hemos creado un terrible “dualismo”
entre lo “espiritual” y lo que denominamos “no espiritual”. Jesús
vino a revelarnos que justamente ese dualismo es una mentira. “El
principio de la encarnación proclama que materia y espíritu nunca han estado
separados”. Jesús vino a enseñarnos que estos dos mundos en apariencia
diferentes son y han sido siempre uno y lo mismo. Sólo que no fuimos capaces de
percatarnos de ello hasta que Dios los unió en su cuerpo (Ef 2,11-20).
En la Biblia vemos que Dios se vale de las
maltrechas vidas de gente del todo normal que nunca habría superado los
escrutinios de los posteriores procesos romanos de canonización. Moisés,
Débora, Elías, Pablo y Ester fueron al menos cómplices de asesinato; David,
junto con lo anterior, fue un adúltero y un mentiroso; algunos profetas, como
Ezequiel, Abdías y Jeremías, eran más bien neuróticos; una historia entera de
reyes y guerreros terriblemente malvados: todos ellos son, sin embargo, los
sujetos a través de los cuales opera Dios.
El pueblo judío ha estado siempre justo en
el infausto centro de la historia, desprovisto de teologías o doctrinas
sofisticadas; su única defensa ha sido la fe en que Yahvé está con él y lo
guía. Me temo que la verdadera fe bíblica nos hace muy vulnerables a la
realidad, porque ahora ya no existe lugar alguno en el que esconderse. ¡No es
de extrañar que prefiramos las abstracciones a lo real! Detrás de las
abstracciones podemos escondernos, pero la encarnación nos deja por completo a
la intemperie y, al mismo tiempo, nos interpela sin cesar.
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