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El filo de la navaja: saber y no saber
«Mis planes no son vuestros
planes, vuestros caminos no son mis caminos... Como el cielo está por encima de
la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de
vuestros planes».
- Is 55,8-9
«Recorréis mar y tierra para
ganar un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis merecedor del fuego el
doble que vosotros».
-Mt 23,15
¡CARAY! ¿Qué mueve a Jesús a hablar
como lo hace en la segunda cita? ¿No está siendo un poco injusto, incluso
cruel? De hecho, esto se lo dice a creyentes bastante "ortodoxos", a
maestros y estudiosos de la ley, a personas que "saben". Para
comprender sus palabras, hemos de tener presente cómo Jesús y los profetas se
veían a sí mismos como reformadores radicales de la religión, pero también cómo
la religión sabe lo que sabe.
La Biblia ilustra tanto la religión sana
como la insana justo en el texto mismo, y Jesús nos ofrece un criterio bastante
simple para juzgar a esta última tomando a la primera como criterio. No se
trata en absoluto de una categoría conceptual, sino de una categoría práctica y
visual: «¿Da frutos buenos o malos?» (Mt 7,15-20; Lc 6,43-45). Jesús es muy práctico,
casi embarazosamente práctico.
Cuando la religión no desempeña de modo
apropiado su tarea, casi todos los demás aspectos de la sociedad se verán
asimismo aquejados. Si tu imagen de Dios es verdadera, la imagen que tengas de
ti mismo también lo será. Si tu imagen operativa de Dios es tóxica,
probablemente también tú lo serás, y esa es la toxicidad frente a la que Jesús
nos previene.
La religión es lo mejor del mundo, pero
también puede ser lo peor. Si el modo de relacionarse las personas con Dios es
un estilo de relación vivificador (¡las relaciones de las personas de la
Trinidad son el modelo primero y más rico!), casi todo lo demás en una
sociedad, incluso las partes rotas que hay en ella, es susceptible de
renovación, sanación e iluminación.
Esta es la razón por la que la verdadera “ortodoxia” ("ideas
correctas") es tan importante. Sin embargo, veremos que en la Biblia la
ortodoxia nunca se define como algo que acontece únicamente en la cabeza. (De
hecho, ¡este término ni siquiera aparece en la Biblia!). Todo el texto bíblico
acentúa la "relación adecuada" mucho más que el estar en lo
"cierto" desde un punto de vista meramente intelectual. Algunos lo
llaman “ortopraxis” o "práctica
recta". “Jesús declara
sistemáticamente salvadas o sanadas a personas que mantienen con él una
relación pertinente, nunca las encadena a sus sistemas de creencias o de
pertenencia”.
La preocupación de Jesús por la ortopraxis
está en el centro del severo dicho citado al comienzo de este capítulo. Jesús
había sido moldeado por la primera cita, la de Isaías, que nos invita a la
humildad judía delante de Dios (cf. Eclo 3,11; Job 11,6; Sal 139; Rom 11,33-35)
en vez de intentar tan solo ganar nuevos miembros para nuestro grupo,
supuestamente salvado, cuando en realidad nosotros mismos todavía somos más
merecedores del infierno que del cielo.
Cuando suponemos que lo sabemos todo,
podemos llegar a ser muy arrogantes y expeditivos. Cuando sabemos que no lo
sabemos todo, entonces damos mucha mayor importancia a la práctica del amor.
Esto se me ha hecho patente observando la naturaleza humana. Quienes conocen a
Dios son siempre humildes; quienes no lo conocen están invariablemente
demasiado seguros de sí mismos.
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