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El
ego humano probablemente odia el cambio más que ninguna otra cosa y, por tanto,
se resiste a todo llamamiento a la vulnerabilidad o a lo que pueda parecer una
pérdida de control. ¿Recuerdas a Gedeón en Jueces 6-7 ¡Qué relato más contrario
al sentido común! Dios tiene que reducir las tropas de Gedeón de veintidós mil
hombres a trescientos. Yhwh se justifica: «No sea que luego Israel se me gloríe
diciendo: "Mi mano me ha dado la victoria"» (Jue 7,2).
Dios ha de enseñar al pueblo que existen
alternativas a la fuerza bruta. Si todo lo que le enseñan a uno es el arte del
martillo, cualquier cosa en su vida la percibirá como un clavo más. Con el
tiempo, esta sabiduría más amplia se concreta en virtudes como comunidad,
paciencia, perdón y, francamente, "inteligencia" (cf. Lc 16,8 y la
parábola precedente del administrador astuto).
Pero ¿qué necesidad tenían las Escrituras
de adoptar una posición tan extraña y absolutamente contracultural? ¿Cómo puede
esperarse de cualquier persona práctica que crea en ello y lo viva? El poder de
dominación parece acompañar a nuestra testosterona; de ahí que este sea con
frecuencia un tema espiritual para varones.
Es posible que Dios no pueda arriesgarse a
entregar poder a nadie salvo a quienes se hayan percatado de la vanidad de sus
ilusiones y hayan situado su identidad en algún otro lugar. Todos los demás
abusarán del poder, pero también de la religión. Así, incluso las tres
tentaciones de Jesús antes del comienzo de su actividad pública son tentaciones
relativas al abuso de poder (Mt 4,1-11). Si hasta Jesús tuvo que hacer frente a
estos perennes "demonios", seguramente todos y cada uno de nosotros
deberíamos suponer que son ellos quienes están al mando de nuestro ser... hasta
que llevemos a cabo una cirugía mayor. Llámala conversión, arrepentimiento o “metanoia”.
Es el yo absolutamente falso el que
presentamos para que sea convertido, y el mero hecho de adherirnos a un nuevo
grupo o vivir una experiencia emocional de Dios no suele convertir a ese yo en
un nivel más profundo, si es que lo convierte en alguna medida. La verdadera
conversión es obra de una vida entera de gracia, sumisión y oración.
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