miércoles, 6 de junio de 2018

71.- PODER BUENO Y PODER MALO


71.- 
5.- Poder bueno y poder malo

          "Los miembros del cuerpo que se consideran más débiles son precisamente los indispensables"
                                                                                                                                                    -1 Cor 12,22
               "¡Con cuánto ingenio despreciáis el mandato de Dios para salvaguardar vuestras tradiciones!"
                                                                                                                                                    -Mc 7,9

Una de las principales ideas de la Biblia es, desde el Génesis al Apocalipsis, la crítica frontal al poder. Ve las noticias un día cualquiera, participa en algún movimiento social, observa un matrimonio, y constatarás que la mayoría de las personas no aborda bien este asunto del poder.
Solo muy poco a poco accede la conciencia humana a un uso desinteresado del poder o a compartir el poder o incluso a un uso benevolente de él: en la Iglesia, en la política o incluso en la familia y el matrimonio. Cualquier crítica del poder es tan contraria a la intuición común que durante la mayor parte de la historia cristiana ha sido eludida en gran medida. Si no me crees, basta con que veas el "Canal de Historia". Es prácticamente la única línea argumental.
Los dos epígrafes que encabezan este capítulo son sendos sutiles pasajes bíblicos que -así lo espero- ilustrarán tanto el poder bueno como el poder malo. En el primero de ellos, Pablo anima a su comunidad a proteger y honrar a quienes carecen de poder; en el segundo, Jesús critica a los líderes religiosos por utilizar la tradición para incrementar su propio poder.
El poder bueno es lo que Ken Wilber denomina, en su libro “Sexo, ecología, espiritualidad”, "jerarquías de crecimiento", necesarias para proteger a los niños, los pobres, el entero mundo animal y a todos aquellos que carecen de poder. El poder malo es el que se usa meramente para protegerse, mantenerse y promocionarse uno mismo. Wilber llama a este poder malo "jerarquías de dominación". Insiste, y yo estoy de acuerdo con él, en que la jerarquía no es inherentemente mala, como tampoco lo es el poder. Tan solo resulta muy peligrosa para uno mismo y para los demás cuando uno no ha llevado a cabo el necesario trabajo espiritual.
El liderazgo de servicio es claramente recomendado e incluso ordenado por Jesús (cf. Mc 10,42-45); y cuando no se practica, estamos siempre expuestos a una predecible reacción desmesurada contra todo liderazgo y autoridad. Es el perenne movimiento pendular de la historia, que a estas alturas ya deberíamos tener claro. Jesús es, a todas luces, el mejor ejemplo de poder bueno y la más contundente crítica del poder malo que cabe encontrar en la Biblia.

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