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El
tercer y último “marcapáginas” o palabra clave que hay
que buscar es “pan”. Este es el plano positivo, nutricio de la religión.
Comienza con el maná, el alimento milagroso suministrado durante la travesía
del desierto (Ex 16). Hay muchas, muchísimas otras imágenes en las que Dios da
de comer a profetas, viudas e incluso a David y sus tropas. En todos estos
casos, el texto se mueve hacia la fortaleza o la intimidad vivificadoras en vez
de limitarse a alimentar nuestra necesidad de seguridad o estatus.
El alimento en general y el pan en
particular parecen ser utilizados para simbolizar la plenitud y la satisfacción
en Dios. Más que ser nosotros alimento para Dios, es él quien nos alimenta a
nosotros. Dios se preocupa incluso de nuestra inmediata y muy mundana necesidad
del "pan de cada día". Nos ofrece abundancia antes que una religión
de mera subsistencia, basada en el miedo; a esta yo la llamo a menudo religión
del tipo "seguro contra incendios".
En el NT pueden leerse diversos relatos de
Jesús alimentando a miles de personas (Mt 14,13-21; 15,32ss), el partir del pan
en el camino de Emaús (Lc 24,13ss), el desayuno a la orilla del mar (Jn 21,9ss)
y, por supuesto, lo que conocemos como la "última cena". La comida
del "haced esto en memoria mía" se convirtió con el tiempo en la
eucaristía, el sacramento primordial y caracterizador de los cristianos de las
principales confesiones.
Allí donde hay eucaristía, allí
encontrarás también una incidencia mucho mayor del cristianismo místico, no
solo del cristianismo meramente moralista.
Así pues, tenemos el agua, la primera
invitación a una vida interior de unión; luego está la sangre, que simboliza el
elevado precio de esa unión; y por último, el pan, alimento continuo de la
misma. Busca estos marcapáginas a lo largo del texto bíblico y verás que te
están invitando a profundizar en la unión con Dios que no cesa de llamarnos,
cuestionarnos y consolarnos. También son ellos los que crean las trayectorias
positivas que estamos tratando de descubrir aquí.
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