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Solo secundariamente consiste la salvación
en garantizarte la vida eterna; antes de nada se trata de concederte esa vida
ahora, diciéndote: "Si la disfrutas ahora, también lo harás más tarde".
¡Y ello se convierte para ti en una profunda certeza interior! Si Dios me
acepta ahora, cuando a todas luces soy indigno, ¿por qué tendría que cambiar de
política más tarde? Puedes empezar a relajarte, a disfrutar de la vida, a
amarla.
Este nuevo Dios seguro y protector es
representado del modo más tierno: como una divina costurera. La primera imagen
fue probablemente una imagen masculina de Dios como creador; ahora tenemos a
Dios en una imagen casi femenina. El Génesis dice: "Dios cosió pellizas
para el hombre y su mujer, y ellos se las pusieron" (Gn 3,21).
Se trata, a buen seguro, de la promesa de
un Dios protector y solícito que les libra de su vergüenza y su odio a sí
mismos. Este relato es el que imprime impulso a la Biblia en su conjunto, la
cual desmantela paso a paso la habitual historia de una divinidad temible y
amenazadora.
Dios nos libra de la vergüenza que
sentimos “devolviéndonos nuestro propio
ser”, ¡dándosenos Él mismo! Es imposible de superar eso. El amor humano
hace otro tanto. Cuando alguien te ama, no solo se te da él, sino que, por
alguna razón, te devuelve tu propio yo, sólo que mejor y más verdadero. Esta
danza entre el Amante y el amado constituye la psicología de toda la Biblia,
psicología que vemos poéticamente descrita en el maravilloso libro intitulado
Cantar de los Cantares.
Sin embargo, en el siguiente capítulo del
Génesis enseguida tendremos, por desgracia, la caída en el mecanismo del chivo
expiatorio y el asesinato de Abel por Caín. Una vez que los seres humanos están
fuera de la unión, simbolizada por el jardín, principia el entero patrón del
miedo, odio, violencia, envidia.
Una buena parte del resto de la Biblia
revelará los conflictos de la vida fuera del jardín o, en otras palabras, con
la mente dualista de la desunión -y, sin embargo, con la constante invitación a
regresar a la unión-. Semejante mal está inscrito en el texto mismo, y aquí
comienza por el pobre Caín; pero incluso a él lo marca Yhwh, a fin de
protegerlo cuando se marcha a vivir a una región situada "al este del Edén”
(Gn 4,15). Esto lo entiendo como el inicio del tema de la herida sagrada.
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