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Podríamos afirmar: "Al principio
existía la relación", al igual que la Trinidad misma; sin embargo, aquí la
relación es entre el grupo y YHWH. El modo en que nos relacionamos con Dios
refleja siempre el modo en que nos relacionamos con los demás, y el modo de
relacionarnos con las personas es un indicador casi infalible de cómo nos
relacionamos con Dios y cómo dejamos que él se relacione con nosotros.
Cómo nos relacionamos es cómo nos
relacionamos, y cómo nos relacionamos con cualquier cosa es un buen indicador
de cómo nos relacionamos con todo. La Biblia entera es una escuela de relación,
que pone de manifiesto las mejores y las peores características de ésta.
La palabra "trinidad", por
cierto, nunca aparece en la Biblia. Era y es sin más la forma que hemos elegido
para explicar cómo Dios llega a ser entendido poco a poco como una comunión de
personas, un perfecto dar y un perfecto recibir, una interrelación total, una
inhabitación mutua o, en expresión acuñada por Charles Williams, una
"co-inherencia". La Biblia nos capacita paulatinamente para entrar en
tal co-inherencia; nos da un rostro capaz de recibir la dignidad divina y de
atreverse incluso a pensar que podemos responder al amor de Dios -¡y que eso
sería importante para él!
Paso a paso somos introducidos en el
misterio mismo del compartir divino. Santa Teresa de Jesús lo describe como el "castillo
interior". Todo el evangelio de Juan puede ser leído como una gran
meditación sobre esa trascendental toma de conciencia, en especial los
capítulos 13-17, en los que Juan está casi embriagado con el descubrimiento
interior de la unión y la elección divina.
Lo que en nuestros días resulta realmente
fascinante es observar cómo la física cuántica está transformando nuestra forma
de ver las cosas, en un sentido que recuerda a lo que acabo de decir sobre la
Trinidad y la relación. La nueva física pone de manifiesto que todos los
elementos del universo conocido, desde las partículas atómicas a las galaxias,
orbitan unos alrededor de otros.
Esta nueva ciencia, que sigue los pasos de
Einstein, no constata en ninguna parte del universo nada que pueda llamarse
autonomía. Parece que toda clase de autonomía o autosuficiencia es una completa
ilusión. Eso es lo que en verdad queremos decir cuando hablamos de "teoría
general de la relatividad".
Todo fluye, física y psicológicamente, a
menos que tengamos un centro absoluto, que es exactamente la salvación que la
Biblia promete.
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