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Si
lees en especial Lv 11-24, descubrirás que siete grupos distintos de personas
son excluidos del templo. En primer lugar están, y ello obedece con toda
probabilidad a preocupaciones de salud y contagio, las personas con
enfermedades de piel. Eran declaradas permanentemente indignas y tenían
prohibido el acceso al templo. En las traducciones se les suele designar de
forma indiferenciada como leprosos. Esta es la razón por la que en la Biblia
aparecen tantos leprosos. Jesús es famosos por tocarlos: una vez más el clásico
provocador. Él mismo deviene impuro y no puede entrar en el templo, ni siquiera
en pueblo alguno, durante un cierto tiempo (Mc 1,45).
En segundo lugar están los discapacitados
con minusvalías físicas visibles, que simbolizan casi siempre lo que hoy
llamamos "culpabilizar a la víctima".
En tercer lugar, los gentiles, o sea, todos
los no judíos constituían el mayor grupo al que le estaba vedada la entrada en
el templo. La mayoría de los presentes (todos, -la mayoría de los lectores de
este libro-), a menos que tengan ascendencia judía, habrían sido declarados
inmediatamente perdidos e indignos, lo mismo que en su día nosotros pensábamos
sobre los no católicos y algunos todavía piensan sobre nosotros los católicos.
En cuarto lugar están las mujeres judías
durante los períodos de menstruación y justo después de estos; en quinto lugar,
los varones judíos después de una eyaculación sin fines reproductivos; y en
sexto lugar, aquellos a quienes su ocupación profesional los convierte
permanentemente en impuros e indignos (como, por ejemplo, pastores, personas
que tienen contacto con la sangre, recaudadores de impuestos, curtidores y
peleteros, etc.). ¡El séptimo y último grupo excluido del templo eran los hijos
e hijas bastardos de los sacerdotes!
Si quieres hacer un interesante ejercicio
para demostrar lo anterior, recorre los cuatro evangelios y elabora una lista
en dos columnas. Apunta en una de ellas a las personas a las que Jesús combate
a cada paso de su camino. Casi siempre son personas que tienen acceso a los
atrios interiores del templo. En la otra anota a las personas que
sistemáticamente responden a la llamada de Jesús. ¿Quiénes son? Casi siempre se
trata de personas pertenecientes a uno de los siete grupos que eran declarados
indignos y excluidos del templo.
He aquí una crítica permanente a los
sistemas de poder y a su capacidad de generar falsas e interesadas ilusiones;
no obstante, aunque tales textos son leídos de continuo desde el púlpito, esa
crítica ha sido en gran medida ignorada. Ello se debe a que tendemos a estimar
los códigos de pureza. Definen grupos y nos confieren una identidad que nos
hace sentirnos superiores. Una vez dentro, no somos ya capaces de oír nada que
nos degrade.
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