jueves, 7 de junio de 2018

6.- INFORMACIÓN NO EQUIVALE NECESARIAMENTE A TRANSFORMACIÓN



6.- 
Somos conscientes de que todos hemos pasado por épocas en las que hemos deseado que la Biblia fuera una suerte de "los siete hábitos de la gente altamente afectiva". "Limítate a darnos las conclusiones correctas” -pensábamos- en lugar de todos esos libros de los Reyes, el Levítico, las Crónicas y todas esas cartas paulinas, que ni siquiera nos gusta leer. ¿Qué tiene que ver toda esa monótona historia, toda esa colección de datos científicamente obsoletos, con las cosas que de verdad importan?". He aquí la razón por la que una enorme cantidad de personas ha dejado la Biblia por imposible y por la que a la mayoría de los católicos ni siquiera les interesa. (A menudo durante la celebración de la misa, veo como a la gente se le vidrian los ojos en cuanto comienzan las lecturas del leccionario. ¡Bien “sabes” que no miento!).
Pero la genialidad de la revelación bíblica radica en que no se limita a darnos las conclusiones, sino que nos ofrece: el proceso para llegar a ellas, y la autoridad interior y exterior para confiar en ese proceso. Para mayor énfasis voy a reiterar una idea que ya he expresado anteriormente: la vida misma, y también la Escritura, consiste en dar tres pasos adelante y dos hacia atrás. Consigue su objetivo y luego lo pierde o al menos lo cuestiona. En esto, el texto bíblico refleja la dinámica de la conciencia y el devenir humanos. Nuestra tarea consiste en averiguar a dónde conducen los textos que suponen tres pasos adelante (invariablemente hacia la misericordia, el perdón, la inclusión, la no violencia y la confianza), lo cual nos capacita para reconocer y entender adecuadamente aquellos otros textos que suponen dos pasos hacia atrás (que, por regla general, tratan de la venganza, la mezquindad de Dios y la primacía de la Ley sobre la gracia, así como de la forma sobre el fondo y del procedimiento sobre la relación).
“¡Eso es lo que no podrás discernir si careces de la experiencia interior de cómo actúa Dios en tu propia vida!” Te limitarás a sustituir el auténtico espíritu interior por el texto. O como afirma Pablo con valentía: "La letra sola mata, pero el Espíritu da vida" (2 Cor 3,6).

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