jueves, 7 de junio de 2018

7.- INFORMACIÓN NO EQUIVALE NECESARIAMENTE A TRANSFORMACIÓN


7.- 
Aquí vamos a considerar la Biblia como una compilación de numerosos libros. Si creemos en la inspiración, si aceptamos que el Espíritu guió la escucha y redacción de estos textos, aunque, al igual que ocurre con todo lo humano, sólo "como enigmas en un espejo" (1 Cor 13,12), también nosotros nos dejaremos orientar. Confiaremos en que en este conjunto de escritos acontece el desarrollo de una fundamental sabiduría divina. Entretejidos con estas ideas en gestación se hallan "los grandes temas de la Escritura".
Cuando nos encontramos con Jesús resucitado, nada hay que temer de Dios. El aliento mismo del Resucitado se identifica con el perdón y el “Shalom” divinos (Jn 20,20-23). Si Jesús resucitado es la revelación definitiva de la esencia divina, entonces de repente vivimos en un universo seguro y encantador. Pero ello no se debe a que Dios haya cambiado, ni a que el Dios de Jesús sea diferente del Dios judío, sino a que “nosotros” maduramos a medida que recorremos los textos y profundizamos en nuestra propia experiencia. Dios no cambia; lo que sí lo hace, y además necesita mucho tiempo para ello, es nuestra disposición a aceptar un Dios semejante. Persevera en la lectura del texto y en tu vida interior con Dios, y verás cómo se incrementa y agudiza tu capacidad para comprender a Dios. Pero si lees el texto bíblico en busca de conclusiones seguras que reafirmen rápidamente tu "falso yo", como si cada versículo fuera una afirmación dogmática, no sólo cesará todo crecimiento espiritual, sino que te convertirás en un ser dañino tanto para ti mismo como para los demás.
Así como la Biblia nos lleva paso a paso a través de numerosos etapas de la historia de la conciencia y de la salvación, así también cada uno de nosotros necesita largo tiempo para vencer la necesidad de pensar con esquemas dualistas, erigirnos en jueces de los demás, ser acusadores, medrosos, inculpadores, egocéntricos e infatuados. ¡El texto en gestación refleja y registra nuestra propia gestación, ilustrando todas estas etapas desde el interior mismo de la Biblia! Te ofrecerá respuestas a casi todo, unas maduras, otras inmaduras, y tendrás que aprender a diferenciar entre ellas.
¿No constituye un consuelo saber que la vida no es una línea recta? Eso es lo que deseamos muchos de nosotros, y además se nos ha enseñado que así debería ser, pero aún no he conocido ninguna vida que sea una línea recta hacia Dios. (¡Y eso que he tratado incluso a la madre Teresa de Calcuta!). Lo vemos todo claro y, a la vez, no entendemos nada. Entra Dios en nuestra vida y enseguida estamos luchando contra él, esquivándolo, huyendo de su presencia. Experimentamos por un instante la comunión o intimidad con Dios y, acto seguido, retrocedemos diciendo: "Es demasiado bueno para ser verdad. Me lo debo estar inventando". Por fortuna, Dios, en su acción, cuenta ya con todo ello, y eso es lo que denominamos misericordia o amor inquebrantable.

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