martes, 5 de junio de 2018

170.- INHABITACIÓN MUTUA


170.- 
¡El verdadero conocimiento espiritual es siempre un reconocimiento! Consiste en regresar de donde partimos y, como sugiere T.S. Eliot, "conocer el lugar por primera vez". O como dice Jacob al despertar de su sueño: "Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía" (Gn 28,16). Tal es, sin duda, el saber habitual de los santos, los místicos y los pecadores convertidos.
Muchos de los itinerarios previos a este momento son itinerarios que nos alejan del centro, itinerarios en los que literalmente nos tornamos "ex-céntricos". Estos son los recurrentes textos bíblicos sobre caída y recuperación, ocultación y descubrimiento, pérdida y renovación, fracaso y perdón, exilio y retorno.
Por fortuna, siempre somos conducidos de vuelta al verdadero centro, con vistas a que descubramos quiénes somos en realidad, a que nos encontremos a nosotros mismos en Dios, el cual parece ser muy paciente y muy productivo con los itinerarios que nos llevan hacia atrás y hacia delante. Tal es la pauta del alma, de la historia y de la Biblia, un progreso singular: dos pasos hacia atrás y tres hacia delante.
Quédate con la idea de que las parábolas del tesoro, la perla, la red de pesca, el trigo y la cizaña, la moneda perdida, el hijo pródigo y la oveja perdida giran todas alrededor de este tema fundamental y, en la mayoría de los casos, la parte final es una fiesta o una celebración. ¡Esa es una pauta bastante clara en la enseñanza de Jesús!
Esta humilde productividad y lenta eficiencia por parte de Dios se conoce como "economía de la gracia" o buena noticia. Aquí Dios rellena todos los huecos, todo se usa y nada se desperdicia, ni siquiera el pecado. Lleva a una visión del mundo marcada por la abundancia y la suficiencia. ¿Por qué querría alguien vivir en un mundo distinto? Comprar y vender es un sucedáneo barato que siempre conduce a una visión del mundo marcada por la escasez, el juicio crítico a los demás, el miedo y la tacañería. ¿Por qué querría alguien vivir en un mundo así? Y, sin embargo, eso es lo que muchos, por no decir la mayoría, quieren.
El entero movimiento de la Biblia se dirige hacia una creciente encarnación y corporeización, hasta que el misterio de la mutua inhabitación finalmente se experimenta y se disfruta incluso ya aquí, en este mundo y en esta vida. Se convierte entonces en el banquete que llamamos vida eterna o cielo. Para los cristianos, ‘Jesús, el Cristo, es el símbolo definitivo de esta meta, esta pauta y esta corporeización divinas’: "Cuando se manifieste Cristo, vuestra vida, vosotros apareceréis gloriosos junto a él" (Col 3,4). En lo sucesivo sabemos que nuestra vida auténtica y duradera se encuentra en el nuevo "campo de fuerzas" que Pablo denomina cuerpo de Cristo, no en la perfección individual o privada. Deviene más importante estar ‘conectados’ que ser individualmente ‘intachables’.

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