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Asumo
que existe una Inhabitación Divina que "os enseñará y os recordará
todo" (Jn 14,26). Lo único que tienes que hacer es ofrecer al Espíritu un
poco de deseo, aunque, después del hecho, aprenderás que el deseo proviene de
Dios. ¡Qué gran carga se me quita de encima con ello! No necesito demostrar
nada ni convencerte de nada. ‘Mi única tarea consiste en proclamar y
ofrecer los símbolos y las promesas de la unión con Dios’. Aquellos de vosotros, queridos
lectores, queridas lectoras, que ya sepáis sabréis aún más, "el
treinta, el sesenta o el ciento por uno" (Mc 4,20).
Quienes no sepáis, quienes hayáis perdido
contacto con el deseo espiritual, os marcharéis con ánimo de polémica o
decepcionados o vacíos, pero tal vez intrigados. Jesús resalta esto mismo en su
maravillosa parábola del sembrador y en las diferentes respuestas a una y la
misma semilla.
"Al que tiene le darán y le sobrará;
al que no tiene le quitarán incluso lo que no tiene" (Mt 13,12). ‘Una
conciencia profunda multiplica la perspicacia y se alimenta de anhelo sagrado;
la conciencia angosta destruye en realidad tanto la perspicacia como el anhelo’.
Es muy importante tener "mentalidad de principiante", algo que los
niños, irónicamente, poseen en mayor medida que los adultos (Mt 18,2-4). Para
retornar a ella, nos dice Jesús, debemos "cambiar".
La Biblia sitúa nuestro comienzo en
"el jardín", donde Adán y Eva caminan relajadamente en la proximidad
de Dios y no "sienten vergüenza" (Gn 2,25). Pero no tardan en
escindirse ("escisión sujeto-objeto): "Se les abrieron los ojos a los
dos, y descubrieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se
las ciñeron" (3,7). Aunque Dios se resiste a verlos como objetos y
pregunta: "¿Y quién os ha dicho que estabais desnudos? (3,11), ellos ya
han comenzado a esconderse de Dios (3,8-9). Comienzan a señalar a otros como
chivos expiatorios (3,12; 4,8), a temer (3,10) y a pretender "ser como
dioses" (3,5) con un "conocimiento deseable" (3,6). Todo esto crea
la trama para toda la Biblia. Resulta muy difícil poner en cuestión que los
relatos de creación del Génesis son textos profundamente inspirados. Todas
las claves esenciales están contenidas en los cuatro primeros capítulos.
Podría decirse que a partir de aquel
momento, toda la Biblia no hace sino intentar llevarnos de vuelta al jardín. Al
final (Ap 21-22), el jardín se convierte en la nueva Jerusalén, donde ya no hay
templo y solo existe el río de la vida y los árboles de la vida, donde incluso "las
hojas [de estos árboles] son medicinales para los paganos" (22,2) y donde
"Dios habita entre los hombres" (21,3).
La visión de Ezequiel (Ez 37,27) se ha
cumplido finalmente; la humanidad se ha convertido en el pueblo de Dios, y Dios
ha devenido el Dios de la humanidad. No hay necesidad de edificio religioso
alguno, porque el propio jardín es el templo. La vida es ahora una realidad sagrada.
El jardín, como ves, es el símbolo de la
conciencia unitiva. Objetivamente no podemos estar separados de Dios; todos caminamos
por el jardín, lo sepamos o no. Venimos de Dios y al él regresaremos. Todo lo
que hay entre medias es una escuela de amor consciente. El poeta romántico
inglés William Wordsworth escribió certeramente: "El niño es el padre del
hombre, y yo desearía que mis días estén ligados unos a otros por la piedad
natural...". El resto de nuestras vidas lo vivimos
"arrastrando nubes de gloria", como él lo formuló.
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