martes, 5 de junio de 2018

167.- EL MISTERIO DE LA CRUZ


167.- 
El misterio de la cruz nos revela que ‘el oponente no es tanto el mal en persona cuanto un símbolo de un mal mayor del que él o ella también es víctima’. Por favor, reflexiona sobre este punto. El misterio de la cruz exige una gran capacidad de empatía y perdón y probablemente es un signo de "fusión" con Dios. En la cruz asentimos a cargar con el estatus de víctima junto con Jesús. Aceptamos cargar con el lastre del mal humano, del que ‘todos’ somos víctimas y cómplices. Ese es el verdadero acto de solidaridad con el género humano.
Esto no podemos hacerlo nosotros solos, sino únicamente en virtud de una profunda identificación con el Crucificado y con la humanidad crucificada. Jesús lo hace entonces en nosotros, a través de nosotros, con nosotros y para nosotros, Y así devenimos "nuevas criaturas" (Ga 5,14--16) y, sin duda, una clase muy diferente de ser humano.
Tal es la singular revelación del cristianismo. Compartimos muchas cosas con numerosas religiones, pero ninguna otra gran religión tiene la revelación de la cruz. Se llama revelación, porque no es algo a lo que la mente racional y calculadora pueda acceder por sí sola. Se trata de algo que nos es dado, por así decir, desde fuera de la historia, ya que nuestra mente lógica no es capaz de llegar a ello por medio de ningún proceso racional o dualista. Todo lo que puede hacer es salir a su encuentro hasta mitad de camino.
El misterio de la cruz nos dice que la existencia humana no es del todo consistente (aunque eso es lo que desearían las personas cultas, ideologizadas y necesitadas de tener todo bajo control), pero tampoco absolutamente caótica (los términos filosóficos con los que nos referimos a ello son posmodernidad, nihilismo o incluso ateísmo). ‘La existencia humana, no obstante, está llena de contradicciones’. Soportar las contradicciones con Dios, con Jesús: en eso consiste ser cristiano y compartir -y tomar parte en- la redención del mundo (Col 1,24). Se experimenta como un "perdonar" a la realidad por ser lo que es.
Si las alternativas son consistencia perfecta y caos absoluto, no te decantes por ninguna de ellas. La cruz se encuentra en el medio. El mundo no es del todo consistente ni tampoco absolutamente caótico. Antes bien, es una coincidencia de opuestos; eso es lo que, incluso desde un punto de vista geométrico, forma la cruz. El precio que has de pagar por mantener unidas las contradicciones que existen en ti mismo, en los demás y en el mundo es siempre alguna forma de crucifixión, «pero el don que recibes y el don que ofreces es que, al menos en ti mismo, "todo forma una unidad"».

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