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Estas
metáforas sacrificiales y expiatorias interpelarían o incluso le parecerían
necesarias a una mente jurídica que no se sintiera cómoda con el concepto de
perdón. Tendrían sentido para cualquier mente dualista que prefiriera
explicaciones de justicia retributiva basadas en el principio: "Ojo por
ojo y diente por diente". Jesús vino para cambiar todo eso, por supuesto.
La filosofía y la teología sistemáticas de Duns Escoto están totalmente consagradas
a ‘la
protección de la perfecta libertad de Dios y la necesaria libertad interior de
cada criatura’.
Para el "Doctor sutil" y sus
seguidores, la libertad de la voluntad (¡para amar!) era un atributo más
elevado que el conocimiento. Esto diferencia a la escuela franciscana de la
dominica, representada por el dominico Tomás de Aquino. Las escuelas
franciscana y dominica formaban, por así decir, el "club de debate"
oficial de la época.
Me gusta pensar que Duns Escoto llegó a su
concepto de libre arbitrio a partir del concepto bíblico de elección. La
elección de Dios es absolutamente libre y arbitraria, en modo alguno racional o
determinada.
Juan Duns Escoto, sin embargo, sintonizaba
más con Colosenses y Efesios. Estas cartas interpelaban a su sentido estético y
filosófico del todo y de la historia más que cualquiera de los símbolos
literales de rescate sacrificial que se encuentran en los demás libros de la
Biblia. En dichas epístolas, Jesús es concebido como "la primera imagen de
la mente de Dios" (Ef 1,3-11), algo que se describe con mayor detalle en
el himno de Col 1,15-20.
Escoto sostenía que Jesús no es "necesario"
para resolver ningún problema: no se trata de una operación de limpieza
posterior al hecho, sino de una gratuita y pura declaración de la verdad
primordial desde el comienzo mismo. Y ello se conoce como la doctrina de la
"primacía de Cristo".
La encarnación de Dios en Jesús nos
proporciona la "imagen (viva) del Dios invisible" (Col 1,15): Jesús
es el modelo de todo lo demás (v.16), reconcilia todas las cosas en él (v.17) y
es el director de un cuerpo cósmico que camina tras sus huellas (v.18).
Utilizando una imagen contemporánea: Jesús es el "holograma" de todo
lo que acontece en un universo repetitivo, constante y holográfico (v.19). Él
es la pauta a la que todo obedece. Hace lo que también nosotros debemos de
hacer; por eso nos dice: "Seguidme".
Dicho de otro modo, en Jesús anticipa Dios
a la humanidad su pronunciamiento definitivo sobre la historia y sobre el alma.
Esta "Palabra de Dios", toda destilada y focalizada en una vida
visible, es "secretamente" divina, pero también abiertamente humana.
¡Más o menos como nosotros!
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