martes, 5 de junio de 2018

161.- EL MISTERIO DE LA CRUZ



161.- 
Expiación
¿Era necesario que Jesús "muriera por nuestros pecados"?
La mayoría de los cristianos -católicos, ortodoxos o protestantes- no somos conscientes de que lo que comúnmente se acepta como opinión tradicional -sobre la muerte de Jesús como expiación o "sacrificio" heroico de alguna clase- no fue en siglos anteriores la única opinión cristiana. La mayoría asumía que, por una u otra razón, había que pagar una deuda o un sacrificio a alguien. Algunos decían que el acreedor era el diablo y otros, como san Anselmo, que era Dios Padre, mientras que unos terceros, como Pedro Abelardo, no estaban seguros de por qué era necesario ni lo uno ni lo otro.
Cuando las universidades aparecieron en escena, esta "teoría de la expiación" constituía material de debate. Entre los franciscanos, el experto en estas cuestiones y portavoz de la orden era un escocés a quien en la actualidad conocemos como el beato Juan Duns Escoto (1266-1308). Después de estudiar en la universidad de París, ocupó las tempranas cátedras de teología en Oxford y Colonia.
Escoto es conocido como el "doctor sutil" de la Iglesia. Esa sutileza la ejemplifica sin duda su enseñanza sobre el famoso escrito de san Anselmo (1033-1109), ¿‘Cur Deus homo’? (¿Por qué Dios se hizo hombre?). Duns Escoto no cuestionaba la obra redentora de Dios en Jesús, sino solo el "cómo" y el "qué" de esta. ¿Cómo transfirió Dios a la humanidad el amor transformador? La pregunta no es ‘si’ Jesús obró o no la redención, sino ¿’cuál’ es la naturaleza exacta de esta? ¿Y por qué utilizar las extrañas metáforas de "deuda" y "pago de un rescate"?
La interpretación franciscana nunca fue condenada o rechazada por la tradición católica ortodoxa, siendo considerada una legítima "posición minoritaria". Cuando tuvo lugar la Reforma, los reformadores protestantes aceptaron en gran medida, e incluso desarrollaron, la "posición mayoritaria" (necesidad de un sacrificio cruento o expiación), y además de forma bastante acrítica. Esta opinión había sido elaborada, por supuesto, por los primitivos padres de la Iglesia y, más tarde, por san Anselmo, por santo Tomás de Aquino y por la corriente principal de la tradición católica.
Esta cuestión es un ejemplo de dos reveladoras pautas: antaño, el catolicismo era más tolerante, tenía un criterio más amplio. Antes de la Reforma permitía con mayor frecuencia que en la actualidad la existencia de interpretaciones alternativas de la doctrina. En segundo lugar, la Reforma protestante a menudo ‘reaccionó a’ -o bien ‘continuó con’- el catolicismo popular en mucha mayor medida de lo que era consciente.
Dicho con brevedad y sencillez, Juan Duns Escoto no estaba influido ni limitado por las numerosas metáforas de rescate y deuda, de redención como "compra", de sacrificio cruento, de pago de un precio (go'el, en hebreo) o de "adquisición por la sangre" que con frecuencia encontramos en la Biblia, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento.
Reconociendo que principalmente era filósofo, yo asumiría que Escoto entendió estas metáforas como aquello que eran: imágenes que en su día resultaron elocuentes para un pueblo conformado por los sacrificios en el templo, las ofrendas de animales y la mentalidad del ‘quid pro quo’, de la sustitución. Después de todo, el texto bíblico emplea con frecuencia el imaginario sacrificial e incluso imágenes de venganza divina; y ello, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Duns Escoto juzgaba estas metáforas como limitadas, porque hacían de la acción redentora de Dios una "reacción" basada en el pecado humano ‘y no en la perfecta y absolutamente libre iniciativa amorosa de Dios’. Y esto no lo podía tolerar. Escoto sabía que es Dios quien está al mando de la historia; no nosotros y, a buen seguro, no nuestra pecaminosidad.

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