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Expiación
¿Era necesario que Jesús
"muriera por nuestros pecados"?
La mayoría de los cristianos -católicos,
ortodoxos o protestantes- no somos conscientes de que lo que comúnmente se
acepta como opinión tradicional -sobre la muerte de Jesús como expiación o
"sacrificio" heroico de alguna clase- no fue en siglos anteriores la
única opinión cristiana. La mayoría asumía que, por una u otra razón, había que
pagar una deuda o un sacrificio a alguien. Algunos decían que el acreedor era
el diablo y otros, como san Anselmo, que era Dios Padre, mientras que unos
terceros, como Pedro Abelardo, no estaban seguros de por qué era necesario ni
lo uno ni lo otro.
Cuando las universidades aparecieron en
escena, esta "teoría de la expiación" constituía material de debate.
Entre los franciscanos, el experto en estas cuestiones y portavoz de la orden
era un escocés a quien en la actualidad conocemos como el beato Juan Duns
Escoto (1266-1308). Después de estudiar en la universidad de París, ocupó las
tempranas cátedras de teología en Oxford y Colonia.
Escoto es conocido como el "doctor
sutil" de la Iglesia. Esa sutileza la ejemplifica sin duda su enseñanza
sobre el famoso escrito de san Anselmo (1033-1109), ¿‘Cur Deus homo’? (¿Por qué Dios se hizo hombre?). Duns Escoto no
cuestionaba la obra redentora de Dios en Jesús, sino solo el "cómo" y
el "qué" de esta. ¿Cómo
transfirió Dios a la humanidad el amor transformador? La pregunta no es ‘si’ Jesús obró o no la redención, sino
¿’cuál’ es la naturaleza exacta de
esta? ¿Y por qué utilizar las extrañas metáforas de "deuda" y
"pago de un rescate"?
La interpretación franciscana nunca
fue condenada o rechazada por la tradición católica ortodoxa, siendo
considerada una legítima "posición minoritaria".
Cuando tuvo lugar la Reforma, los reformadores protestantes aceptaron en gran
medida, e incluso desarrollaron, la "posición mayoritaria" (necesidad
de un sacrificio cruento o expiación), y además de forma bastante acrítica. Esta
opinión había sido elaborada, por supuesto, por los primitivos padres de la
Iglesia y, más tarde, por san Anselmo, por santo Tomás de Aquino y por la
corriente principal de la tradición católica.
Esta cuestión es un ejemplo de dos
reveladoras pautas: antaño, el catolicismo era más tolerante, tenía un criterio
más amplio. Antes de la Reforma permitía con mayor frecuencia que en la
actualidad la existencia de interpretaciones alternativas de la doctrina. En
segundo lugar, la Reforma protestante a menudo ‘reaccionó a’ -o bien ‘continuó
con’- el catolicismo popular en mucha mayor medida de lo que era
consciente.
Dicho con brevedad y sencillez, Juan Duns
Escoto no estaba influido ni limitado por las numerosas metáforas de rescate y
deuda, de redención como "compra", de sacrificio cruento, de pago de
un precio (go'el, en hebreo) o de
"adquisición por la sangre" que con frecuencia encontramos en la
Biblia, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento.
Reconociendo que principalmente era
filósofo, yo asumiría que Escoto entendió estas metáforas como aquello que
eran: imágenes que en su día resultaron elocuentes para un pueblo conformado
por los sacrificios en el templo, las ofrendas de animales y la mentalidad del ‘quid
pro quo’, de la sustitución. Después de todo, el texto bíblico emplea
con frecuencia el imaginario sacrificial e incluso imágenes de venganza divina;
y ello, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
Duns Escoto juzgaba estas metáforas como limitadas,
porque hacían de la acción redentora de
Dios una "reacción" basada en el pecado humano ‘y no en la perfecta y absolutamente libre iniciativa amorosa de Dios’.
Y esto no lo podía tolerar. Escoto sabía que es Dios quien está al mando de la
historia; no nosotros y, a buen seguro, no nuestra pecaminosidad.
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