martes, 5 de junio de 2018

160.- EL MISTERIO DE LA CRUZ


160.- 
Gran parte de la historia ha estado determinada por personas poderosas que nos han dicho a quienes teníamos que temer y odiar. Millones y millones de soldados han dado la única vida que tenían por haberse creído las mentiras de Gengis Khan, Napoleón, Stalin, Pol Pot o Hitler, por nombrar tan solo unos cuantos. ¡Si no hubiesen creído a los "señores de la época" y hubiesen mirado a la víctima a la que se enseñó a temer y odiar en la Palestina del siglo I! Jesús nos ofreció lo que algunos (James Alison) llaman la "inteligencia de la víctima", una inteligencia singular que nace de lo inferior, lo lateral y lo marginal de la historia. Ese es el escondite de Dios, parecen decirnos las Escrituras.
Jesús quita el pecado del mundo desenmascarándolo antes de nada como distinto de lo que imaginábamos y mostrándonos que nuestra pauta de asesinar, atacar y culpabilizar sin saber lo que hacemos constituye, en efecto, la principal ilusión vana de la historia, la principal mentira de esta. Luego, comparte con nosotros un gran amor participativo, que nos posibilita deponer por completo el odio. Después de Jesús, la partida ha terminado, al menos para aquellos que han mirado el tiempo suficiente.
Todos hemos tenido que encarar la embarazosa verdad de que ‘nosotros mismos’ somos nuestro principal problema. Nuestra mayor tentación estriba en intentar cambiar a otras personas en vez de cambiar nosotros. ¡Jesús accedió a ser transformado ‘él mismo’ y así transformó a otros!
He aquí lo que las tres imágenes transformadoras, que convergen en la imagen del hombre-Dios crucificado, pueden obrar en el alma:
1.- El chivo expiatorio: la espeluznante revelación de la esencial mentira humana que subyace en la mayor parte del miedo, el odio y la violencia. Mientras proyectemos nuestro mal a cualquier otro lugar, no podremos sanarlo aquí... ‘ni’ allí.
2.- El cordero pascual: la sorprendente revelación de que no tenemos que desprendernos tanto de las llamadas cosas malas cuanto de lo que aparentemente es bueno y nos hace sentir fuertes, seguros y superiores. Este es el "cordero" que debe ser sacrificado, un bien aparente.
3.- El "atravesado" al que debemos contemplar:
     a) Acceso a -y perdón de- nuestra propia humanidad en cuanto herida y, sin embargo, al mismo tiempo resucitada.
       b) Reformulación de la imagen de Dios: de Dictador omnipotente a Amante participativo.
    c) Comprensión efectiva tanto del mecanismo del chivo-expiatorio como del cordero pascual.
    d) Liberación de inmensas reservas de compasión, solidaridad y perdón de nosotros mismos, de los demás, de la historia e incluso de Dios.


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