martes, 5 de junio de 2018

158.- EL MISTERIO DE LA CRUZ


158.- 
2.- La segunda imagen, la del "Elevado", está tomada de Moisés y la serpiente de bronce en el desierto que se convirtió en símbolo de médicos, farmacéuticos y curanderos. En el libro de los Números, Yahvé ordena a Moisés colocar una serpiente en un estandarte: "Los mordidos de serpiente quedan sanos al mirarla" (Nm 21,8). ¡Aquello mismo que los está matando hará que sanen!
Hay en el crucifijo algo de imagen ‘homeopática’, como esos medicamentos que le inoculan a uno la dosis justa de la enfermedad, de modo que pueda desarrollar resistencia frente a ella y quede curado. ‘La cruz revela de forma dramática el problema del asesinato cometido por desconocimiento de causa, para inmunizar contra la posibilidad de incurrir nosotros en lo mismo’.
La historia de la salvación parece conducir a las personas justo a la oscuridad de la que intentan salir. Allí descubren la verdadera índole de esa oscuridad y aprenden a disiparla desde dentro. Esto es lo que Juan entiende que Jesús está haciendo en la cruz (Jn 3,13; 8,28; 12,31; 19,37).
Jesús se convierte en el problema aparente, pero también en la cura homeopática para ese problema, en tanto en cuanto lo desenmascara dramáticamente, "lo hace desfilar en público en su marcha triunfal" (Col 2,15) ante aquellos que tienen ojos para ver, y nos invita a contemplar todo esto con comprensión marcada por la empatía. Esto es, creo yo, "la sabiduría que ningún príncipe de este mundo conoció; pues de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria" (1Cor 2,8). Es sorprendente que todavía estemos tan dispuestos a confiar en los señores de la época en vez de en el Crucificado.
Esta profunda mirada al misterio del sufrimiento humano y divino se encuentra en el profeta Zacarías en un texto muy elocuente que se ha convertido en una profecía sobre el poder transformador de las víctimas de la historia. Llama a Israel a "mirar al traspasado y hacer duelo por él como por un hijo único... a llorarle como se llora a un primogénito" (Zac 12,10), y "de ese duelo" (expresión que se repite hasta cinco veces) brotará "un espíritu de bondad y oración" (Zac 12,10) y "un manantial" (Zac 13,1; 14,8).
Esto es lo que tal vez hoy llamaríamos "trabajo de duelo", o sea, soportar el misterio del dolor y mirarlo de frente, para aprender hondamente de él, lo que por regla general lleva a una compasión y una comprensión recién descubiertas y asombrosas. El movimiento de creación de residencias para enfermos terminales y la existencia en muchas Iglesias de ministerios para ayudar a afrontar la pérdida de seres queridos muestran que esto es cierto. No obstante, mira cuanto tiempo hemos necesitado para redescubrir esta sabiduría.
Creo que somos invitados a contemplar la imagen del Crucificado ‘a fin de predisponer el corazón hacia Dios y de cobrar conciencia de que el corazón de Dios siempre ha estado predispuesto hacia nosotros, incluso -y muy especialmente- cuando sufrimos’. Esto nos predispone hacia nosotros mismos y hacia todos cuanto sufren.
El Evangelio de Juan parece verlo de este modo, pues cita uno de los versículos de Zacarías en la escena de la crucifixión (Jn 19,37) y parece referirse a él cuando habla de que "de sus entrañas manarán ríos de agua viva" (Jn 7,38). El soldado atraviesa el costado de Jesús y de él brota sangre y agua (Jn 19,34). Recuerda: estas son dos imágenes "marcapáginas": la sangre como precio del desasimiento y el agua como invitación a la unión y a dejarse alimentar por Dios. Imágenes como estas han sido fundamentales para muchos, por no decir para la mayoría de los místicos católicos. No pueden carecer de relevancia para el alma.
Estoy del todo de acuerdo con C.G. Jung cuando afirma que la transformación en los niveles profundos acontece en presencia de imágenes antes que de conceptos. Esto, en mi opinión, constituye una dificultad tanto para el protestantismo como para el islam. El buen arte parece absolutamente esencial para que la religión sea saludable. Los judíos cultivan el "arte" de la narración y el midrás.

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