martes, 5 de junio de 2018

151.- UN BANQUETE A REGAÑADIENTES




151.- 
No es ninguna sorpresa que María se haya convertido en icono de la oración para tantas personas tanto en el cristianismo ortodoxo como en el católico, así como en numerosas órdenes religiosas, aun cuando la Biblia no menciona que "orara". Lo que más se aproxima a ello es esta frase de Lucas: "María conservaba y meditaba todo en su corazón" (Lc 2,19.52).
¿Por qué? Porque cada vez que oras, es el Dios que hay en ti quien está diciendo que ores. Ni siquiera desearías orar si no fuera por el Dios que hay en ti. Es el Dios que hay en ti quien ama a Dios, quien desea a Dios, quien busca a Dios (Rom 8,14-27). Cada vez que eliges a Dios en algún plano, Dios acaba de elegirte a ti en el nanosegundo anterior, y tú de algún modo has permitido ser elegido... ¡y has respondido a esa elección! (Jn 15,16).
No sabemos decir "sí" por nosotros mismos. ¡Nos limitamos a "secundar la moción"! Hay una parte de ti que siempre dice "sí" a Dios: se trata del Espíritu Santo que está dentro de ti. Primero Dios dice "sí" en nuestro interior, y luego nosotros decimos: "¡Ah, sí!, pensando que brota de nosotros. En otras palabras, Dios nos recompensa por dejar que Dios nos recompense. Reflexiona sobre esto, quizá durante el resto de tu vida.
¿Estamos alguna vez preparados para semejante gracia? Probablemente no, pero al final de la Biblia vemos a la nueva Jerusalén que desciende inmerecida e indeseada, sin que quienes han de recibirla estén preparados para ello (Ap 21,2). Es por entero don de Dios. Después de toda una Biblia de guerrear, discutir, proteger, acumular méritos y competir, de comprar y vender a Dios, finalmente el don nos es concedido y entregado sin más. La nueva Jerusalén desciende de los cielos de forma gratuita, sin garantía alguna.
No obstante, estoy convencido de que la lucha es buena e incluso necesaria. La lucha cincela dentro de nosotros el espacio para el deseo profundo. Dios suscita el deseo y lo satisface. Nuestra tarea consiste en ser los deseadores. Dios nunca va a darte nada que no quieras realmente. Al igual que el de María: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38), tu ‘fiat’ sigue siendo esencial.
Todos nos encontramos con esta asombrosa capacidad de amar a Dios y de desear su amor, por ninguna razón en particular. Eso, a buen seguro, no ocurre todos los días, pero es de esperar que se produzca con frecuente frecuencia a medida que aprendemos a confiar en la vida y a descansar en ella. De ti se escapan, por así decir, momentos de amor incondicional; y cuando eso acontece, ¡nadie se sorprende más que tú! Pero cuando sucede, siempre eres consciente de que vives en una vida mayor que la tuya. Y en lo sucesivo ya sabes que tu vida no trata sobre ti, sino que tú tratas sobre Dios.

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