martes, 5 de junio de 2018

150.- UN BANQUETE A REGAÑADIENTES







150.- 
María, el "proceso perfectamente personificado"
La mayoría de los principales personajes elegidos hasta este momento en la Biblia han sido varones; sin embargo, hay quienes dicen que el alma siempre es "femenina" en su relación con Dios. Tal vez era necesaria una mujer para simbolizar esta interacción de un modo del todo perfecto. El nombre hebreo ‘Miriam’ significa probablemente "la más excelente" o la "excelente".
En lo que sigue vamos a ver que María es el arquetipo, la personificación de aquel que representa y sintetiza el entero misterio de la salvación recibida’, un misterio que tiene múltiples dimensiones: (1) la "inmaculada concepción" antes de que ella hubiera hecho algo bueno o malo (quizá implícita en Rom 8,30); (2) elección gratuita en la Anunciación sin mención de mérito alguno (Lc 1,38); (3) su maternidad virginal está rodeada de un halo de misterio, incluso para ella misma (Lc 2,19.52); (4) una vida bastante común y tranquila (ninguna referencia a ella en treinta años); (5) su digno y heroico "aguante" en solidaridad con el dolor y la desesperación final (Jn 19,25); y (6) su receptividad para la vida del Espíritu Santo compartida con todos los demás en Pentecostés (Hch 1,14).
¡Todas estas dimensiones apuntan al sentido pleno de cómo Dios nace en el mundo! Nunca tiene que ver con nosotros, sino siempre con Dios. Nosotros, al igual que María, somos meros "esclavos" (Lc 1,38) e instrumentos, y era necesaria una mujer como esta para hacer patente cómo acontece la aceptación de la salvación.
Quiero destacar el saludo del ángel Gabriel en Lc 1,28: "Alégrate, favorecida". El término que a veces vertemos por "llena de gracia" está en un tiempo verbal muy poco frecuente. Significa: "tú, que has sido favorecida todo lo que podías ser favorecida", o: "tú, la cargada con abundancia (de favores)" o: "tú, que lo tienes todo". No hay manera de traducirlo con precisión. "La que ha sido sobremanera favorecida" es probablemente lo que más se aproxima al significado originario.
Ahora bien, observa que la palabra "favor" (o gracia) no dice nada acerca de ti. "Favor" dice algo sobre aquel que favorece. Así, en realidad no se está diciendo nada sobre María, sino sobre la elección de María por parte de Dios. Ella es la receptora absolutamente perfecta de ese favor y rehúsa jugar la carta del: "Señor, no soy digna", que había llegado a ser normativa en la mayoría de las teofanías bíblicas. María se limita a decir: "Hágase en mí" (Lc 1,33). Son pasajes como este los que nos dejan claro que la Biblia está inspirada, a despecho de los textos que suponen dos pasos hacia atrás.
En la historia de María tenemos lo que algunos llaman el segundo relato de la creación en la Biblia. Es de nuevo una "creación de la nada". María es la persona dispuesta a ser "nada". Dios no necesita dignidad por adelantado. Él la crea con la propia elección.
Como ya hemos dicho anteriormente, "Dios no te ama porque seas bueno, sino que eres bueno porque Dios te ama". Parece que Dios no vendrá al mundo a menos que sea bien recibido, a menos que sea invitado. Dios no viene al mundo al menos que tú lo quieras. Él ofrece su presencia, el "banquete", pero presencia es un concepto recíproco.
Dios es el eterno "yo" que aguarda a quienes están dispuestos a ser un "tú". Nada tiene de extraño que hayan sido dos maestros judíos, Martín Buber y Emmanuel Levinas, quienes han tomado esta idea como base de globales visiones filosóficas del mundo. Buber eleva el encuentro entre el tú y el yo al nivel de esencia de la realidad y afirma que "todo vivir real es un encuentro". Por su parte, Emmanuel Levinas sostiene que no son las ideas lo que nos convierte, sino "el rostro del otro". Tanto uno como otro entendieron la reciprocidad de la presencia. ¿Por qué? Porque ambos estaban empapados de la tradición bíblica, igual que Jesús.

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