miércoles, 6 de junio de 2018

147.- UN BANQUETE A REGAÑADIENTES


147.- 
Todas las curaciones, palpamientos y "salvaciones" de Jesús (Lc 7,50; 17,19; 19,9) acontecen claramente ‘en el ahora’. Él nunca dice: "Sed buenos ahora y os recompensaré más tarde". Muéstrame alguna condición que Jesús pusiera para llevar a cabo cualquiera de sus curaciones. La sanación ahora, justo en este momento, parece ser un fin en sí; además, no hay que ganársela.
Para Jesús, ‘todas las recompensas son inherentes a la propia acción, y otro tanto cabe decir de los castigos’. Pero nosotros hemos desplazado en gran medida recompensas y castigos al futuro. En ocasiones me pregunto si los clérigos y predicadores no tendremos inconscientes intereses creados en mantener a las personas dependientes de nosotros, sosteniendo la zanahoria siempre delante de ellas. Jesús habla, sin lugar a dudas, de "ahora y para siempre", pero nosotros hemos cambiado el planteamiento: "No ahora, pero luego quizá para siempre si uno actúa como es debido".
Lo que elijas ahora es lo que tendrás luego. Dios nos da a cada uno exactamente lo que deseamos. La religión madura crea una afinidad, una consustancialidad, un parentesco entre este mundo y el próximo. El mundo actual no es un campo de pruebas para el mundo futuro, sino un lugar donde "practicar" y elegir para lo que vendrá. El cristianismo consiste sencillamente en "practicar para el cielo". Si lo quieres luego, hazlo ahora; y Dios parece estar diciéndonos: "Te daré lo que desees".
A las personas no se las transforma amenazándolas con el fuego del infierno, porque entonces todo se basa en el miedo, no en el amor, y el cielo no es miedo. Recuerda: ‘la manera de recorrer el camino determina la meta a la que finalmente se llega’. Uno no puede prepararse para el amor ejercitando el miedo. Los medios determinan el fin: el miedo crea el infierno, el amor crea el cielo. En el cielo no habrá nadie que no quiera estar allí. En el infierno no habrá nadie que no quiera estar allí.
En la espiritualidad católica, los tres estadios de crecimiento clásicos se denominan: vía purgativa, vía iluminativa y vía unitiva. La ironía estriba, sin embargo, en que es el último estadio el que empodera a los otros dos. Con la amenaza del fuego del infierno o con el miedo no es posible motivar a las personas para amar. Es como intentar mover un tren desde el furgón de cola. El verdadero motor que tira de todo el tren es el tercer estadio, la unión misma, no las preocupaciones morales, que se asemejan mucho más al furgón de cola que viene detrás.
Con el mero hecho de permitir que el motor del amor experimentado permaneciera en el primer vagón, mucho de esto se resolvería por sí solo. Es necesario experimentar un cierto grado de unión para sentir siquiera el deseo de ‘iniciar’ la preliminar vía purgativa o de ‘perseverar’ en la vía iluminativa. La mayoría de la gente permite que la vía purgativa se convierta en un fin en sí misma. Esto ha originado una seria distorsión de toda la vida cristiana; terminamos en esta preocupación con el infierno, la amenaza y el castigo, y nunca vamos mucho más allá de ello. La gracia se torna desconocida e innecesaria. Como tan certeramente argumenta Alan Wats en Behold the Spirit [He aquí el Espíritu], el principal interés de la Biblia es místico, no moral.

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