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Todas
las curaciones, palpamientos y "salvaciones" de Jesús (Lc 7,50;
17,19; 19,9) acontecen claramente ‘en el
ahora’. Él nunca dice: "Sed buenos ahora y os recompensaré más
tarde". Muéstrame alguna condición que Jesús pusiera para llevar a cabo
cualquiera de sus curaciones. La sanación ahora, justo en este momento, parece
ser un fin en sí; además, no hay que ganársela.
Para Jesús, ‘todas las recompensas son inherentes a la propia acción, y otro tanto
cabe decir de los castigos’. Pero nosotros hemos desplazado en gran medida
recompensas y castigos al futuro. En ocasiones me pregunto si los clérigos y
predicadores no tendremos inconscientes intereses creados en mantener a las
personas dependientes de nosotros, sosteniendo la zanahoria siempre delante de
ellas. Jesús habla, sin lugar a dudas, de "ahora y para siempre",
pero nosotros hemos cambiado el planteamiento: "No ahora, pero luego quizá
para siempre si uno actúa como es debido".
Lo que elijas ahora es lo que tendrás
luego. Dios nos da a cada uno exactamente lo que deseamos. La religión madura
crea una afinidad, una consustancialidad, un parentesco entre este mundo y el
próximo. El mundo actual no es un campo de pruebas para el mundo futuro, sino
un lugar donde "practicar" y elegir para lo que vendrá. El
cristianismo consiste sencillamente en "practicar para el cielo". Si
lo quieres luego, hazlo ahora; y Dios parece estar diciéndonos: "Te daré
lo que desees".
A las personas no se las transforma
amenazándolas con el fuego del infierno, porque entonces todo se basa en el
miedo, no en el amor, y el cielo no es miedo. Recuerda: ‘la manera de recorrer el camino
determina la meta a la que finalmente se llega’. Uno no puede
prepararse para el amor ejercitando el miedo. Los medios determinan el fin: el
miedo crea el infierno, el amor crea el cielo. En el cielo no habrá nadie que
no quiera estar allí. En el infierno no habrá nadie que no quiera estar allí.
En la espiritualidad católica, los tres
estadios de crecimiento clásicos se denominan: vía purgativa, vía iluminativa y
vía unitiva. La ironía estriba, sin embargo, en que es el último estadio el que
empodera a los otros dos. Con la amenaza del fuego del infierno o con el miedo
no es posible motivar a las personas para amar. Es como intentar mover un tren
desde el furgón de cola. El verdadero motor que tira de todo el tren es el
tercer estadio, la unión misma, no las preocupaciones morales, que se asemejan
mucho más al furgón de cola que viene detrás.
Con el mero hecho de permitir que el motor
del amor experimentado permaneciera en el primer vagón, mucho de esto se
resolvería por sí solo. Es necesario experimentar un cierto grado de unión para
sentir siquiera el deseo de ‘iniciar’ la
preliminar vía purgativa o de ‘perseverar’
en la vía iluminativa. La mayoría de la gente permite que la vía purgativa se
convierta en un fin en sí misma. Esto ha originado una seria distorsión de toda
la vida cristiana; terminamos en esta preocupación con el infierno, la amenaza
y el castigo, y nunca vamos mucho más allá de ello. La gracia se torna
desconocida e innecesaria. Como tan certeramente argumenta Alan Wats en Behold the Spirit [He aquí el Espíritu],
el principal interés de la Biblia es místico, no moral.
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