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«Un
credo de adjetivos»
«Yhwh, Yhwh, el Dios compasivo y clemente,
lento a la ira, rico en bondad y lealtad, que conserva la misericordia hasta la
milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados» (Ex 34,6-7).
En ese maravilloso y temprano breve
enunciado tenemos, en palabras de Walter Brueggemann, "una formulación tan
estudiada que puede considerarse una suerte de clásico, una declaración
normativa a la que Israel retornaba con regularidad y que merece el marbete de
"credo". En ella figuran cinco gloriosas y laudatorias expresiones
adjetivas que describen el corazón y el alma de la fe de Israel. De algún modo,
a pesar de tener todo en contra y contar con la hostilidad de todos sus
vecinos, los israelitas fueron capaces de experimentar a un Dios que era
misericordioso, compasivo o clemente, firme en el amor, tenazmente fiel y
perdonador.
Este es el centro dinámico de todo el
sistema israelita de creencias y, como todo misterio espiritual, parece ser
inagotablemente generativo y fecundo, y desemboca en el maduro -y literalmente
inconcebible- concepto de gracia. Si un pasaje como este no representa un gran
avance divino, cinco pasos hacia delante, ¡no sé qué otra cosa puede ser una
revelación!
Ilustremos tan solo un poco esta
fecundidad. Te animo vivamente a tomar la biblia y leer en su totalidad los
pasajes que voy a mencionar, porque mis breves resúmenes no pueden hacerles
justicia. Prueba con Ez 36-37. En estos capítulos, Yahvé regaña de verdad a
Israel, diciéndoles en efecto, a través del profeta: "No habéis hecho nada
bien, no habéis entendido nada".
Uno puede imaginarse allí a los israelitas
sentados rojos de vergüenza. Dios los tilda por completo de pueblo indigno,
casi hasta el punto de decirles que se olviden de todo y empiecen de nuevo.
Luego, de forma en apariencia inopinada, se les ofrece una nueva creación a
partir de la nada. Yahvé promete reconstruir el proyecto empezado desde cero y
en Ez 36,22 afirma: "No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi
santo nombre". Dios es su propio punto de referencia. Al amar, Dios no
hace sino actuar en consonancia con su divinidad. La fidelidad de Dios no ha
dependido nunca de nuestros méritos ni de nuestra disposición.
Luego, todo el capítulo 37 de Ezequiel es
la presentación de lo que Dios hace con los "huesos resecos". ¡Como
si se tratara de nuevos Adanes y nuevas Evas, Dios insuflará nueva vida en la
tierra vieja y los revivirá! En estos pasajes, Yahvé dice varias veces que su
propia reputación está en juego y que no va a permitir que esta -bien merecida-
reputación pública de amor y fidelidad sea arruinada por nuestra estupidez y
pereza. ¡Genial!
El término que se traduce por "amor
inquebrantable" se vierte también con frecuencia por "amor de
alianza" o "amor fiel". Hoy solemos llamarlo amor incondicional.
Se trata de un "amor desigual", si se quiere, porque Israel nunca,
nunca cumple su parte de la alianza, al igual que nosotros tampoco cumplimos
jamás la parte que nos corresponde en la relación. Yahvé ha aprendido a hacerlo
todo por su cuenta, y ese es el constante e incesante mensaje de buena parte de
las Escrituras hebreas.
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