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En
2 Samuel hay un pasaje muy elocuente en el que el pecado de David es sacado a
la luz pública por el profeta Natán. Este es el único momento en toda la Biblia
en el que un rey, interpelado por un profeta, reconoce que este tiene razón y
que él ha obrado indebidamente (2 Sm 12,13-14).
Ese encuentro de David con Natán es lo que
me lleva a calificar a David de arquetípico "varón completo". [Como
explico en mi libro From Wild Man to Wise
Man -Del hombre salvaje al hombre sabio-, cuando el varón que es rey,
guerrero y amante acepta la verdad de su yo repudiado, esto es, el
"sabio" o profeta, completa los cuatro cuadrantes del alma masculina
plena. Parece que siempre hay una parte de nosotros que demanda reconocimiento
e integración, y en ella reside con frecuencia la clave para alcanzar la
madurez].
Uno deviene completo y santo cuando es
capaz de aceptar la sombra de su yo o, por decirlo en un lenguaje moral, cuando
es capaz de admitir su pecado. ‘Esencialmente, pasamos de la inconsciencia
a la consciencia a través de una lucha deliberada con la sombra de nuestro yo’.
El propio Jesús solo empieza a hablar después de haberse "retirado al
desierto, movido por el Espíritu, para ser tentado por el diablo" (Mt
4,1). ¡El hecho de que los demonios siempre sepan quién es Jesús (cf. por
ejemplo, Mc 1,24) obedece a que él ya se ha confrontado con ellos! Únicamente entonces
"despertamos". No falla: las personas inconscientes nunca han luchado
con su propia miseria y desgarradura y son falsamente "inocentes"
(otra forma de decir ‘incólumes’).
La mayor parte de la gran
literatura universal, incluyendo la poesía y el teatro, evidencia de forma
persuasiva este punto. ‘El problema no es tanto pecar cuanto la
falta de disposición a admitir que hemos pecado’ o al menos como hace Jesús, a confrontarnos honestamente con las
tinieblas y con nuestra capacidad de obrar el mal. Para decirlo sencillamente,
no es accidental ni carece de importancia que Jesús fuera "tentado".
Quienes deberían preocuparnos son aquellos que pretenden estar por encima de
todo ello.
Estos son quienes destruyen la historia y
las relaciones, y Jesús los llama "sepulcros blanqueados" y
"guías ciegos" (Mt 23,24.27). Dios parece estar bastante avezado en
utilizar los pecados de las personas para obrar el bien, mas ¡no puede servirse
de quienes se resisten a ver su lado oscuro! Jesús nunca se disgusta con los pecadores,
sino solo con quienes piensan que no lo son. Mucho más problemáticas son, para
él, las personas que se creen justas, porque estas solo están, en el mejor de
los casos, a mitad de camino.
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