miércoles, 6 de junio de 2018

138.- UN BANQUETE A REGAÑADIENTES


138.- 
Cuando el perdón deviene en gran medida un proceso jurídico, quienes estamos al mando podemos mensurarlo, determinar quién está dentro y quien fuera, inventar maneras de obtenerlo y excluir a los indignos. ‘Ello propicia una buena religión, pero no una buena espiritualidad’. Hemos destruido la posibilidad de que la mayoría de las personas experimenten alguna vez el puro don del perdón divino. Hemos apartado a la gente de Dios, cuyo perdón no puede ser ganado por medio de técnica alguna. Solo puede ser recibido, siempre es recibido como puro don, ‘y precisamente’ esa es la experiencia que nos cambia de forma tan profunda. De lo contrario, ¡no es gracia!
Para la mayoría de nosotros, el mundo de recompensa y castigo es el marco con el que todos comenzamos de niños. ¡Siempre he dicho que, si tuviera tres hijos que gritaran sin cesar, también yo adoptaría el patrón de crimen y castigo! "Solo te daré el pirulí si te portas bien". O: "Mamá me castiga cuando me porto mal; así que ese debe ser también el modo de proceder de Dios". ¿No es así? No, ese es justo el programa que Dios tiene que cambiar instalando alguna aplicación informática nueva.
Al comienzo de la dirección espiritual, al menos el ochenta por ciento de la imagen operativa de Dios que tiene la gente es una sutil combinación de mamá y papá u otras figuras de autoridad significativas. Una vez que inician una vida interior de oración y el estudio en profundidad de los textos sagrados, eso comienza a cambiar lentamente y en lo sucesivo no hace sino mejorar y mejorar. La gracia realiza su trabajo y lleva a cabo una "obra de arte" (Ef 2,10).
Para ilustrar cuán profundamente arraigado se halla este patrón en todos nosotros, permíteme mencionar de nuevo que el análisis de las pautas de las elecciones estadounidenses de 2004 evidenció que las personas que habían recibido una educación basada en el castigo eran mucho más propensas a votar a candidatos partidarios de la guerra, mientras que quienes habían sido educados con un talante más permisivo mostraban mayor proclividad a dar su voto a formas no violentas de abordar conflictos nacionales e internacionales.
Los patrones inconscientes que interiorizamos de niños determinan una buena parte de lo que consideramos nuestra conducta deliberada y plenamente consciente e influye incluso en nuestras opiniones políticas y, sin duda, en nuestras actitudes religiosas.
Hablar sobre Dios sin conocerse a sí mismo y sin haber realizado un itinerario interior constituye en gran medida una cortina de humo, incluso para la persona que cree en el lenguaje que está utilizando (véanse las enseñanzas de Sócrates, Teresa de Jesús, C.G. Jung). ¡El milagro de la gracia y de la oración verdadera es que penetran en la mente inconsciente y en el corazón! Y los invade hasta tal punto que el amor de Dios y el amor del yo invariablemente avanzan juntos. ¡En el plano práctico son experimentados como uno y lo mismo! Piensa sobre ello y dime si no es cierto.

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