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El
simbolismo no es accidental: la compraventa se adueña invariablemente del
templo. Frustra la obra esencial de la religión o, al menos, de la religión tal
como la entendió Jesús. Es evidente que todo ello lo enojó mucho; y si en la
vida de Jesús hay alguna violencia, fue esta. Pero él la dirige contra
cualquier intento de "comprar" a Dios. Su violencia no se dirige
contra las personas, sino contra la religión interesada y su frecuente alianza
con el poder y el dinero.
Estoy seguro de que a Jesús también le
enfada bastante toda tentativa de "comprar" el amor de Dios o de
convertir la religión en un club exclusivo, y ello se percibe en la cita
abiertamente inclusiva que toma de Isaías. "Mi
casa será casa de oración ‘para todos los
pueblos’" (Is 56,7).
Una parábola conocida por todos es la de
los jornaleros que, habiendo sido enviados a la viña al caer la tarde, reciben,
sin embargo, el mismo jornal que quienes habían sido contratados a primera hora
de la mañana (Mt 20,1-16). Seamos honestos: a ninguno de nosotros, abejas
obreras, nos gusta esta historia. Somos buenos occidentales, convenientemente
educados. Todos decimos: "Gloria a ti, Señor, Jesús", cuando oímos
proclamar este evangelio durante la misa, pero realmente no nos gusta ni nos
creemos lo que acabamos de escuchar. No es así como pensamos, no es así como tú
y yo y tantos otros hemos organizado el mundo. Una parábola como esta debería
ser un claro indicador de que Jesús presenta una visión del mundo muy diferente
del concurso de méritos y logros del capitalismo occidental.
La parábola es un género literario
singular que sin cesar intenta subvertir el modo habitual de hacer las cosas.
En esto es muy semejante al kôan zen o a la adivinanza confuciana, que se sirve
de la paradoja para quebrantar nuestra confianza en lo que consideramos lógico.
Con todo, por regla general no permitimos que las parábolas nos cuestionen de
esta manera. El modo preponderante de ver las cosas ejerce un control tan
férreo sobre nosotros que tratamos de interpretar las parábolas en el marco de
la visión establecida o, más comúnmente, nos limitamos a ignorarlas o a
juzgarlas trasnochadas. Sin embargo, como se supone que dijo Einstein, "ningún
problema puede ser resuelto por el mismo modo de ver las cosas que lo han
originado". Las parábolas persiguen subvertir nuestro antiguo modo
de ver las cosas y nos ofrecen una salida que pasa por reformular por completo
nuestra visión del mundo.
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