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Christopher
Fry, en Thor, Whith Angels [1948;
Tor, con ángeles], una obra de teatro, no demasiado conocida, reflexiona sobre
los primeros intentos del cristianismo por implantarse en Europa Septentrional.
En la obra, el cristianismo no es capaz de decidir si su mensaje tiene que ver
con el "lunes, día de limpieza", o con el "jueves, día de
cocción". Al final optó en gran medida por el lunes, día de limpieza, por
ejercicios de fregado: códigos de pureza, amortización de deudas, teorías
expiatorias sobre un Dios que tenía que ser compensado.
Sin embargo, la gloria de la "buena
noticia" es que nuestro relato no es el viejo y manido relato de fregado
de la casa, de códigos de pureza que supuestamente aplacan a un Dios distante.
Nuestro relato pretende liberarnos del problema, desactivándolo ‘antes de que se convierta en un hecho’,
¡y eso lo lleva a cabo ofreciéndonos como alternativa el jueves, día de
cocción! El Evangelio necesita presentar a la humanidad una visión del mundo
caracterizada por la abundancia en vez de por la escasez, una visión de gracia
en vez de una visión de temor, de Jueves Santo, día de cocción, en vez de
lunes, día de colada. Pero para desgracia de la inmensa mayoría de los
cristianos, se ha considerado que bastaba con un día de colada marcado por
códigos de pureza.
Incluso gran parte de la Reforma europea
suscita la impresión de estar basada en la culpa antes que ser fruto de un
encuentro gozoso. Quizá esto explique mejor que ninguna otra consideración el
carácter adusto, diligente y con frecuencia resentido de buena parte de la
religión civil. Semejante actitud pasivo-agresiva hacia la realidad nunca
resultará seductora ni transformará el mundo.
Un amigo mío me contó
recientemente el siguiente relato: «Un ángel caminaba por una calle llevando
una antorcha en una mano y un balde de agua en la otra. Una mujer le preguntó
al ángel: "¿Qué vas a hacer con la antorcha y el balde?". El ángel
contestó: "Con la antorcha voy a quemar las mansiones del cielo, y con el
balde voy a extinguir el fuego de los infiernos. Entonces se verá quién ama
realmente a Dios"».
Eso es lo que hace la gracia: empodera a
quienes de verdad aman a Dios y confían en Él ya todos los demás los deja,
sinceramente, en el ámbito de la oportunidad perdida. La imagen que solemos
tener de esa oportunidad perdida es un infierno futuro, pero debería ser
principal y nítidamente un vacío ya presente
Tan solo el tema de la gracia es capaz de
llevar a la religión más allá de esta mala y trillada novela de recompensa y
castigo. Necesitamos un ángel semejante, necesitamos la gracia para reformar la
religión y recuperar el Evangelio. Como afirma Marcus Borg en Meeting Jesús
Again for the First Time [Reencontrarse con Jesús por primera vez], únicamente
el tema de la gracia puede introducirnos en una religión que, lejos de
reducirse a una lista de "requisitos", propicie una auténtica
transformación de la conciencia (cf. Ef 4,23-24).
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