miércoles, 6 de junio de 2018

133.- UN BANQUETE A REGAÑADIENTES


133.- 
Las tempranas palabras emblemáticas que se convierten en el imponente tema de la gracia son "banquete" y "alimento". Todo comienza con el maná y las codornices de balde en el desierto y con el agua que brota de una roca (Ex 16-17), y continúa con la comida que Abrahán y Sara comparten con tres visitantes (Gn 18,1-8). Se convierte en todo un sistema ritual de ingesta de alimentos sagrados, como la comida de Pascua, y de sacrificios de comunión, que eran consumidos por los sacerdotes (cf., por ejemplo, Lv 8,31).
Jesús inaugura una nueva tradición de comensalia compartida y abierta, que incluye tanto una tradición de pan y pescado caída aparentemente en desuso (las "cenas con platos llevados por cada uno de los asistentes" a las que se alude en 1Cor 11,17ss y los relatos de multiplicación de panes y peces en los evangelios) como una tradición de pan y vino (que se preservó en la forma de la eucaristía que hoy celebramos, pero que servía en gran medida para definir la pertenencia al grupo y distinguir entre miembros dignos e indignos). Después de la resurrección, Jesús retoma la tradición del pescado con los Once (Lc 24,42-43), la del pan y el pescado con siete de ellos a la orilla del mar (Jn 21,9-12) y la del pan con los discípulos en el camino de Emaús (Lc 24,30ss).
Una comida en común -quizá una comida con pecadores o con fariseos, a menudo también un banquete de bodas- se convierte en el más habitual acompañamiento audiovisual para el mensaje de Jesús. Una comida compartida tiene todos los elementos de comunidad, igualdad, alegría, nutrición, deleite, generosa hospitalidad e invitación abierta "a buenos y malos por igual" (cf. Mt 22,10; Lc 14,21). ¡Qué mejor metáfora de la eternidad y la salvación! Jesús explicita esta relación cuando en la última cena afirma que el vino que están bebiendo y el "festejar" actual son un anticipo y una promesa de lo que harán eternamente (Mc 14,25, Lc 22,16) y "juntos en el reino de mi Padre" (Mt 26,29). ¡No veo la hora de que llegue tamaño placer!
Pero no nos adelantemos. Vayamos poco a poco hacia ello, pues necesitamos un tiempo prolongado para estar dispuestos a "acudir al banquete" (cf. Lc 14,23; Mt 22,8). ‘Curiosamente, en la vida real, las personas han tendido y tienden a mirarlo con recelo, a temerlo, a negarlo y a imposibilitar o dificultar su asistencia a él. Nos da miedo -o no estamos dispuestos a- celebrar el banquete de la unión con Dios’.

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