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Los
relatos neotestamentarios de la pasión dan un rodeo para señalar que fueron
cabalmente los "sumos sacerdotes, los ancianos y los líderes del
pueblo", Caifás, Herodes y Pilato, esto es, tanto la religión como el
Estado, quienes consideraron que Jesús representaba un problema. Todas las
autoridades disponibles fueron convocadas para declarar a Jesús indigno; luego,
para añadir el insulto a la ofensa, liberan a un hombre a todas luces violento
como era Barrabás (Mt 27,26).
Todo sistema mundano prefiere, en
efecto, adversarios violentos antes que no violentos; ello le brinda un blanco
bien definido y un enemigo creíble. Los imperios se sienten
de hecho aliviados cuando tienen terroristas a los que disparar y Barrabases
sueltos por las calles. Tipos como Jesús, Martín Luther King y Gandhi son
enemigos difíciles para los imperios. No pueden ser instrumentalizados ni
ganados para la causa.
Los poderes fácticos saben que los profetas
no violentos constituyen un problema mucho más serio, que no es posible
canalizar contra ellos el odio público. Y porque se niegan a participar de las
falsas ilusiones sobre las que se levanta todo el imperio, en especial el mito
de la violencia redentora.
El relato de la pasión revela que este es,
de arriba abajo, un mundo totalmente del revés (cf. Hch 17,6-7). El sistema de
poder y violencia es juzgado erróneo. No son los judíos, los sacerdotes, los
escribas ni Roma en cuanto tales quienes se equivocan; el problema está más bien en el
modo en que todas estas instituciones ejercen el poder y justifican la
violencia.
Tanto más sorprendente es que los
cristianos culparan a los judíos de la muerte de Jesús. ¡Eso no es sino una
cortina de humo! La ejecución de Jesús es un juicio sobre cuán ciegos podemos
llegar a ser todos cuando disfrutamos de las ventajas y los privilegios del
poder. El poder malo, que ‘siempre’
elimina a sus oponentes, mató a Jesús. En vida de Jesús, ese poder malo era
ejercido tanto por el imperio romano como por los sumos sacerdotes judíos, pero
los nombres se pueden cambiar en cualquier época y cualquier cultura.
Así de profundo, inconsciente e irracional
parece ser el mecanismo del chivo expiatorio. Este tema es tan fundamental en
la Biblia, pero también de cara a la apertura de la historia, que en capítulo 9
analizaremos cómo Jesús superó de manera singular dicho mecanismo.
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