miércoles, 6 de junio de 2018

131.- LA MENTIRA DEL MAL



131.- 
Los relatos neotestamentarios de la pasión dan un rodeo para señalar que fueron cabalmente los "sumos sacerdotes, los ancianos y los líderes del pueblo", Caifás, Herodes y Pilato, esto es, tanto la religión como el Estado, quienes consideraron que Jesús representaba un problema. Todas las autoridades disponibles fueron convocadas para declarar a Jesús indigno; luego, para añadir el insulto a la ofensa, liberan a un hombre a todas luces violento como era Barrabás (Mt 27,26).
Todo sistema mundano prefiere, en efecto, adversarios violentos antes que no violentos; ello le brinda un blanco bien definido y un enemigo creíble. Los imperios se sienten de hecho aliviados cuando tienen terroristas a los que disparar y Barrabases sueltos por las calles. Tipos como Jesús, Martín Luther King y Gandhi son enemigos difíciles para los imperios. No pueden ser instrumentalizados ni ganados para la causa.
Los poderes fácticos saben que los profetas no violentos constituyen un problema mucho más serio, que no es posible canalizar contra ellos el odio público. Y porque se niegan a participar de las falsas ilusiones sobre las que se levanta todo el imperio, en especial el mito de la violencia redentora.
El relato de la pasión revela que este es, de arriba abajo, un mundo totalmente del revés (cf. Hch 17,6-7). El sistema de poder y violencia es juzgado erróneo. No son los judíos, los sacerdotes, los escribas ni Roma en cuanto tales quienes se equivocan; el problema está más bien en el modo en que todas estas instituciones ejercen el poder y justifican la violencia.
Tanto más sorprendente es que los cristianos culparan a los judíos de la muerte de Jesús. ¡Eso no es sino una cortina de humo! La ejecución de Jesús es un juicio sobre cuán ciegos podemos llegar a ser todos cuando disfrutamos de las ventajas y los privilegios del poder. El poder malo, que ‘siempre’ elimina a sus oponentes, mató a Jesús. En vida de Jesús, ese poder malo era ejercido tanto por el imperio romano como por los sumos sacerdotes judíos, pero los nombres se pueden cambiar en cualquier época y cualquier cultura.
Así de profundo, inconsciente e irracional parece ser el mecanismo del chivo expiatorio. Este tema es tan fundamental en la Biblia, pero también de cara a la apertura de la historia, que en capítulo 9 analizaremos cómo Jesús superó de manera singular dicho mecanismo.

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