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Este
es el sencillo mensaje de Jesús: la santidad no se alcanza ya a través de la
separación respecto -o la exclusión- del elemento supuestamente contaminante,
sino, de hecho, por medio de su radical inclusión (léase "perdón").
Todo sistema excluyente no hace sino tender un sólido cimiento para la
violencia de pensamiento, palabra y obra. Así pues, Jesús tiene que conducirnos
por una nueva senda: "Anunciará a su pueblo la salvación, el perdón de los
pecados" (Lc 1,77), la inclusión de los enemigos (Mt 5,44) y hasta el
alejamiento de aquello que pensamos que somos nosotros mismos (cf. Mc 8,34-38).
Después de una vida entera dedicada al
estudio de Jesús, yo resumiría todo esto en dos ideas principales: ‘perdón
e inclusión’. No te limites a creer lo que yo digo; mejor es que
recorras tú mismo los evangelios, relato por relato. Salta a la vista. El
perdón y la inclusión son "grandes temas" de Jesús. Son el nombre
práctico del amor; y sin perdón e inclusión, el amor degenera en gran parte en
una de esas sentimentaloides tarjetas que algunos estadounidenses se envían por
san Valentín. El perdón y la inclusión son también las dos prácticas que más
contribuyen a poner coto a la violencia humana.
Permíteme desarrollar aún más lo anterior:
lo que Lv 16-27 había descrito como la "ley de la santidad" -esto es,
la separación respecto de los pecadores, el rechazo de ciertas acciones y
cosas- es invertido por Jesús, de suerte que, en lugar de ello, ¡lo
que ahora, de hecho, constituye el pecado es el acto mismo de separarse, de
sentirse superior y de rechazar!
En The
Joy of Being Wrong [El gozo de equivocarse], James Alison pone de
manifiesto esta dinámica en el remate del maravilloso relato del ciego de
nacimiento. "¿Ciegos? Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero
como decís que veis, vuestro pecado permanece" (Jn 9,41). "Todos
los seres humanos -escribe Alison- estamos ciegos, pero, allí donde la ceguera
resulta exacerbada por la activa participación en los mecanismos de exclusión
pretendiendo que uno ve, allí esa ceguera deviene culpable".
Creo que lo que Jesús nos está enseñando
es que, ‘si invertimos nuestra energía en elegir el bien, en vez de fomentar la
energía negativa y en gran parte ilusoria de rechazar lo malo, superaremos el
mal de un modo mucho mejor y no devendremos malos nosotros mismos’. Eso
es exactamente lo que él hace en la cruz, y eso es lo que me infunde valentía para
creer que ello forma parte del núcleo de su mensaje. En el centro para la
Acción y la Contemplación de Nuevo México hemos adoptado como uno de nuestros
principales axiomas la idea de que "la mejor crítica de lo malo es poner
en práctica algo mejor".
Más que de ninguna otra forma, así es como
Jesús reformó las leyes de la religión y socavó la base de toda conducta
violenta, excluyente y punitiva. Se convirtió en la víctima perdonadora, a fin
de que nosotros dejáramos de ocasionar víctimas. Se convirtió en el falsamente
acusado, para que así ponderáramos con cuidado a quien acusamos.
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