miércoles, 6 de junio de 2018

129.- LA MENTIRA DEL MAL


129.- 
Lo único más peligroso que el ego individual es el ego grupal. He ahí la razón por la que Jesús, nada más llamar a los apóstoles, cuestiona las dos instituciones sagradas de toda cultura semita, de la mayoría de las culturas, en realidad: el trabajo y la familia.
Jesús les dice a los apóstoles que "dejen las redes" (Mc 1,18), su única ocupación profesional. Para muchos, el trabajo es lo que constituye la extensión del interés propio del grupo y, en múltiples formas, hasta la identidad personal. También Mateo es invitado a abandonar su quehacer de recaudador de impuestos (Lc 5,28).
Por último, y aún más disparatadamente, Santiago y Juan dejan en la barca a su padre "con los jornaleros" (Mc 1,19-20). Jesús reitera esta exigencia de forma chocante hablando de "odiar" (desapego radical) a todos los parientes de sangre (Lc 14,26) e incluso pone él mismo en práctica estas palabras en relación con su propia madre (Mt 12,48ss). Son claras indicaciones de que estamos hablando de una forma de discipulado radical, de un cambio de estilo de vida, de una visión contracultural del mundo, no solo de la religión como asistencia a celebraciones litúrgicas. Los tres absolutos que empequeñecen a las personas y las hacen paranoicas han sido desmontados por Jesús: mi identidad o grupo de poder, mi trabajo y mi familia.
Jesús lleva a sus discípulos judíos más allá de toda suerte de angosta visión del mundo. No es de extrañar que a menudo encontremos gente de fuera que lo entiende mejor y le da mejor respuesta que los de dentro. Piensa en el centurión romano que lo llama "Hijo de Dios" (Mc 15,39). O en la mujer sirofenicia (Mt 15,21-28), el sirviente de un centurión (Lc 7,1-10), el endemoniado de Gerasa (Lc 8,26-29), el buen samaritano (Lc 10,29-37), el leproso "extranjero" (Lc 17,19), Zaqueo (Lc 19, 1-10) y otro no judíos que responden a Jesús con generosidad.
¿Qué es lo que suele decirles? "¡Qué fe tan grande tienes! (Mt 15,28); o: "Una fe tan grande no la he encontrado en ningún israelita" (Mt 8,10). Uno pensaría que los llamaría a Jerusalén para que se unieran a su grupo o para recibir el bautismo de Juan. Pero no; incluso a los pecadores públicos les dice: "Vete en paz. Tu fe te ha salvado" (Lc 7,50). ¡No es de extrañar que los fanáticos religiosos acabaran con él!

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