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Jesús,
perdonador
Jesús no desempeña papel alguno en un
supuesto "mito de violencia
redentora", como algunos lo llaman, aun cuando la violencia redentora
es la principal línea argumental de la historia e incluso de gran parte de la
Biblia (conquista de la tierra prometida, consagración al exterminio, guerras
de los reyes de Israel, Saúl, David, Herodes y el resto). La historia de Jesús
se convierte, en cambio, en un modelo de ‘perdón’
redentor.
La vida y las enseñanzas de Jesús
contradicen de plano ese error universal y perenne que probablemente cada tres
minutos se produce en la mayoría de las mentes y los corazones humanos: el
instinto de destruir lo que percibimos como origen de los problemas. En
ese sentido, Jesús realmente es el "Salvador del mundo" (Jn 4,42),
porque desenmascara el programa primordial del mundo, sustituyéndolo luego por
un programa harto diferente. Si no aprendemos ese programa alternativo, resulta
difícil creer que nuestro mundo tenga mucho futuro.
Para contrarrestar la violencia, Jesús
tiene que quitar importancia a las cosas que las personas tendemos a
absolutizar, porque normalmente utilizamos nuestros absolutos para justificar
la violencia. Debe relativizar al menos tres cosas que casi todas las personas
idealizan. (1) Mi identidad grupal; (2) mi sistema de seguridad u ocupación
profesional; y (3) la familia nuclear y los llamados "valores de la
familia", que se suelen usar como un mecanismo de defensa frente a
la más amplia familia espiritual.
Veamos cómo lleva a cabo
Jesús esa triple relativización. En primer lugar, cuando los discípulos quieren
detener a otro grupo que está sirviéndose del nombre de Jesús, este les dice: "No
se lo impidáis. Quien no está contra vosotros está a favor vuestro"
(Lc 9,50). Es evidente que los discípulos no entienden lo que pretende decirles
Jesús, pero algunos versículos más adelante quieren mandar "que caiga un
rayo del cielo y acabe con ellos" (Lc 9,51-55). "Él se volvió y los
reprendió", probablemente suspirando en su interior. Jesús se manifiesta
de forma crítica contra los suyos cuando intentan hacer uso de su mensaje en
aras del pensamiento reactivo o la arrogancia grupal, o para justificar la
violencia. ¡Cuán diferente habría sido la historia cristiana si le hubiésemos
prestado oído!
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