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En
cierto sentido ahí radica también el motivo por el que la mayoría de los
profetas fueron asesinados. Su mensaje no era el de un imperio ni el de un
estado de seguridad, ni tampoco se basaba en el militarismo o el poder mundano.
Solo si reconocemos esto estaremos preparados para la entrada de Jesús en la
ciudad a lomos de un pollino (cf. Zac 9,9) y para una clase totalmente nueva de
Mesías, que trae una nueva clase de reino. Jesús deja bien claro ese punto en
las palabras que dirige a Pilato: "Si mi reino fuera de este mundo, mis
hombres habrían luchado" (Jn 18,36). Es bastante sorprendente que hayamos
pasado por alto este versículo.
El universalismo (no el pensamiento
grupal) es el quid de todo el libro de Jonás. El protagonista homónimo de la
obra no quiere ir a predicar a los ninivitas, porque, como cualquier miembro de
cualquier grupo, no le gusta que su Dios se ocupe de otras gentes. Dios se ve
obligado a hacer que naufrague y, con ayuda de la maravillosa imagen del gran
pez, dispone que sea vomitado justo en la orilla de la que huía. ¡Jonás estalla
en un ataque de celos y resentida furia (Jon 4,1.4.9) cuando los ninivitas
creen de hecho en su mensaje (Jon 3,5)! Así, en el último versículo del libro,
Dios dice a Jonás: "¿Y no soy libre para apiadarme de Nínive?" (Jon
4,11). Aquí se tienden los cimientos para la compasión universal, y no solo para
un pequeño sistema de superioridad, que es lo que Jonás, el profeta a
regañadientes, parece querer.
Pienso que el relato de Jonás representa ‘el muy necesario tránsito del ministerio
como mero afán de hacer carrera al ministerio como vocación real’, del
hacer ‘mi’ trabajo para Dios a dejar
que Dios realice su trabajo en mí y a través de mí.
¡En contra de la opinión
común, el Dios del llamado Antiguo Testamento es ‘no’ violento! Es el
mismo Dios que se convierte en el Padre de Jesús en el Nuevo Testamento; y
Jesús, a buen seguro, no ve a su Padre en absoluto como violento. Tanto en las
Escrituras hebreas como en las cristianas encontramos textos que propician la
violencia y textos que propician la no violencia, pero la revelación totalmente
nueva y más profunda consiste en que Dios no es violento, a pesar de la
violencia del pueblo en medio del cual él habita. Tal y como formula Jesús;
"Dios hace salir su sol para buenos y malos y hace llover sobre justos e
injustos" (Mt 5,45).
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