miércoles, 6 de junio de 2018

121.- LA MENTIRA DELMAL


121.- 
El rito del chivo expiatorio
En Lv 16,21-22 leemos una descripción abreviada del antiguo rito del chivo expiatorio.
El día de la Expiación, un macho cabrío era llevado al santuario. El sumo sacerdote ponía ambas manos sobre la cabeza del chivo, y todos los pecados y fracasos del pueblo eran trasferidos ceremonialmente a éste, que luego era enviado al desierto a morir. Era un clásico rito de desplazamiento, un ejemplo de lo que algunos denominan la "mística de la participación" de los muchos en el Uno simbólico. Resultaba bastante efectivo.
En apariencia, se trata de uno de los ritos litúrgicos más ingeniosos que se han inventado en toda la historia. ¡También tú, si también creyeras que todo el mal que has cometido ha sido transmitido a un macho cabrío y olvidado para siempre, golpearías a ese chivo para hacerle marchar al desierto! Lo que se deriva de forma directa del relato del chivo expiatorio en Lv 16 es lo que se conoce como "código de santidad" (Lv 17-27), que en gran medida define la santidad como ‘separación del mal’. Y justo eso es lo que acaba de ser ritualizado.
Tres mil años después, la conciencia humana no ha avanzado mucho más allá de ese punto, a pesar del mensaje de la cruz. ‘Jesús no define la santidad tanto como separación del mal, sino más bien como absorción y transformación de éste, siendo uno mismo quien paga el precio en vez de pedir siempre a los demás que lo asuman’. Y ello hace que la historia pase del persistente mito de la violencia redentora al plan divino del sufrimiento redentor.
Yo diría que, a lo largo de la historia, sólo una pequeña minoría de cristianos ha entendido esto. Quizá porque nos exigiría proceder de la misma manera, nos apartamos de ello como programa de vida y lo convertimos en una insondable transacción entre Jesús y el Padre. Las teorías tradicionales de la expiación pedían mucho de Jesús, pero poco de nosotros, salvo dar las gracias sin cesar. (Consideraremos esto con más profundidad en el capítulo 9).
Ni siquiera la educación formal saca a la luz nuestra profunda necesidad de buscar chivos expiatorios. Formación no es lo mismo que transformación. Podría pensarse que la gente formada y culta no tiene ya necesidad de recurrir al mecanismo del chivo expiatorio. Sin embargo, lo que yo constato es que, entre intelectuales, la búsqueda de chivos expiatorios se hace únicamente más sofisticada.

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